El objetivo del masaje erótico
Nunca hay que perder la perspectiva del objeto final de nuestros actos. Si la perdemos, lo más habitual es que éstos pierdan su efectividad y acaben provocando unos resultados que no sean los que nosotros buscamos. Esa afirmación, útil y aplicable en cualquier faceta del comportamiento humano, lo es también, y de qué manera, a la hora realizar un masaje erótico.
Sabemos que hay muchos tipos de masajes y cada cual posee sus propias técnicas de realización. No se aplica del mismo modo un masaje sueco que uno holístico ni un masaje terapéutico que uno anti-depresivo. Las reglas que sirven para el masaje shiatsu no valen para el quiromasaje maya ni las del masaje relajante son aptas para el drenaje linfático. Distinguir perfectamente entre unas y otras servirá para aplicar en cada momento el masaje deseado para ese momento.
Esto, lógicamente, es válido también para el masaje erótico. El masaje erótico, que puede servirse de algún trazo de masaje propio de otros tipos de masajes, debe tener una finalidad principal: la de estimular sexualmente a la pareja. Para cumplir este objetivo, pues, es necesario no olvidar que dicha estimulación resultará exitosa si la estimulación se realiza sobre lo que se conoce como zonas erógenas, es decir, zonas especialmente sensibles de la anatomía del hombre y de la mujer.
Las zonas erógenas
La caricia especial de dichas zonas erógenas garantizará o, cuanto menos, facilitará la consecución de ese objetivo de excitación femenina que debe ser fruto del masaje erótico. ¿Qué zonas son esas?
Los pies son una zonas especialmente excitables y sensibles. Bien sea en la planta, sobre el empeine, en los dedos o entre ellos, los pies son una zona erógena fundamental del cuerpo humano, por eso no puede faltar un concienzudo masaje podal en un masaje erótico. Los besos, los mimos y los juegos sexuales que pueden realizarse en y sobre los pies pueden servir para excitar a la pareja y estimularla sexualmente.
Dentro de la anatomía del pie, el tobillo puede ser una importante zona erógena. La caricia con movimientos circulares alrededor de los maléolos (los huesos redondeados que poseemos a cada lado del tobillo) debe formar parte de todo masaje erótico que se precie.
La zona interior de los muslos y las ingles son, también, zonas erógenas muy importantes tanto en el caso del hombre como en el de la mujer. Los roces, las fricciones, los amasamientos, las percusiones… son muchos los tipos de trazo o toque que, sobre esta zona erógena, pueden resultar muy efectivos a la hora de dotar de sentido a un masaje erótico.
Los glúteos son, también, zonas erógenas de primer orden que no deben quedar fuera de la acción del masaje erótico. El amasamiento de las nalgas deja en la persona masajeada una agradable y placentera sensación.
La espalda, al igual que el interior de los muslos, puede gozar de un trato masajístico en el que intervengan las fricciones, los roces, las percusiones o los amasamientos. Es difícil imaginar un masaje erótico si las manos del masajista no se entretienen durante un tiempo en prestar atención a la espalda de la persona masajeada. La sensación placentera que deja sobre el cuerpo de la persona masajeada el masaje de la espalda se vuelve todavía más agradable cuando este masaje se focaliza sobre el cuello y los hombros. Que el cuello es una zona especialmente erótica es algo fácilmente constatable. Basta con depositar un beso en el cuello de nuestra pareja para contemplar los efectos que dicho beso tiene sobre ella.
Tras el cuello, un masajista erótico no puede obviar la sensibilidad del cuero cabelludo. Acariciar la cabeza con pequeñas fricciones puede servir para activar la circulación sanguínea de esa zona de nuestra anatomía en la que se encuentra la que es nuestra principal zona erógena: el cerebro.
La zona que rodea al ombligo es, también, una zona erógena muy importante. Acariciar esta zona de nuestra anatomía con roces muy suaves dados con las yemas de los dedos es una buena técnica para dotar de contenido y efectividad a un masaje erótico.
Las yemas de los dedos deberán ser utilizadas también para estimular la frente y los labios de la persona masajeada. El toque suave con las yemas de los dedos de esas zonas tan pequeñas y delicadas servirán para sumir a la persona masajeada en una ensoñación en la que la imaginación echará a volar en busca de imágenes sugerentes que, sin duda, acabarán resultándole excitantes.
Las manos son también una de las zonas erógenas que no deberían olvidarse a la hora de realizar un masaje erótico. La gran abundancia de terminaciones nerviosas que confluyen en las manos hacen de ésta una parte de nuestra anatomía especialmente sensible. Para masajear eróticamente las manos nada mejor que las fricciones y, por supuesto, los roces.
El pecho es también, sin duda, uno de los destinatarios de trazos y caricias que no pueden faltar en un masaje erótico. El seno femenino y, en especial, el pezón y la areola, son zonas que, adecuadamente tratadas, pueden resultar muy excitantes. También lo son el pezón y la areola en el caso del hombre. La de estimular los senos y los pezones correctamente es una técnica que no puede faltar en un masaje erótico.
Finalmente, hay unas zonas erógenas que, por motivos obvios, no pueden faltar en un masaje erótico. Esas zonas son los genitales. Los labios mayores y menores, la parte interior de la vulva (lugar en que se ubica el punto G) y el clítoris en el caso de la mujer y el pene y los testículos en el caso del hombre son zonas extremadamente sensibles. Entre todas ellas, el clítoris y el glande son los dos puntos más erógenos de las respectivas anatomías y, por tanto, deben ser los últimos en ser tratados en un masaje erótico que debe en todo momento graduar convenientemente su propia intensidad para, así, resultar lo más efectivo posible.
A todas estas zonas erógenas puede introducirse otra zona especialmente sensible por ser punto de confluencia de un sinfín de terminales nerviosas. Esa zona es el ano y la inclusión o no del mismo en el masaje erótico dependerá, sobre todo, de los prejuicios y tabús que tenga la persona que reciba el masaje erótico. La estimulación anal puede resultar muy estimulante tanto para la mujer como para el hombre. Quizás éste descubra, gracias al masaje prostático, un placer desconocido, maravilloso, y que le ha estado esperando al otro lado del muro que nuestros tabús acostumbran a levantar para separarnos del camino que conduce a nuestra felicidad.