Ungir con aceites aromáticos
Los aceites aromáticos son un medio adicional para mejorar el olor y el tacto de la piel. El ylang-ylang o flor de cananga, el sándalo, la lavanda, la rosa o los aceites cítricos son muy recomendables. Estas fragancias exóticas ayudan a despertar la sexualidad y el deseo.
Los aceites aromáticos son muy importantes en éste y en otros rituales. No en vano, nuestro sentido del olfato es el más primitivo de nuestros sentidos. Este sentido nos conecta con nuestro lado más animal. Él nos conduce a nuestras pasiones más escondidas y a nuestros recuerdos más profundos. Todos estos factores relativos a la influencia psicológica de los aromas los tiene en cuenta la aromaterapia, una forma de medicina alternativa que usa aceites esenciales y extractos de plantas para el tratamientos de ciertos males. Gracias a la aromaterapia se han multiplicado de manera fundamental los conocimientos del ser humano sobre la extracción y utilización de sustancias naturales olorosas de plantas tanto salvajes como cultivadas para su utilización terapéutica. Esas sustancias olorosas, que reciben el nombre de aceites esenciales, sirven para elaborar aceites, alcoholes y cremas que después podremos utilizar en nuestras sesiones de masaje erótico.
Para obtener estos aceites de esenciales se siguen procesos de maceración, destilación o expresión. Una vez obtenidos, y antes de aplicarse sobre la piel, deben diluirse sobre un aceite base vegetal. Una mezcla adecuada sería la de verter 20 gotas de aceite esencial por cada 50 ml de aceite base. Una vez realizada esa mezcla, podrá aplicarse sobre la piel o el cabello. Para la cabeza, por ejemplo, se recomienda el uso del aceite de lavanda. Este aceite, al decir de los expertos, favorece la paz y la serenidad, por lo que es muy útil a la hora de ungir la cabeza.
El aceite de rosas, por su parte, sería un aceite muy indicado para ungir cada una de las mamas.
Efecto afrodisíaco
De entre los aceites esenciales, hay algunos que los aromaterapeutas señalan como especialmente afrodisíacos. Entre ellos figurarían, por ejemplo, el amaro, la angélica, la canela, el cardamomo, el clavel, el cilantro, el jengibre, el jazmín, el pachuli, el sándalo y la rosa. Cualquiera de estos aceites esenciales te servirá para realizar un buen masaje erótico a tu pareja. Para iniciarlo, podrían colocar un poco de aceite en la punta de los dedos y tocar bajo su nariz para dejar un rastro antes de empezar a acariciar su cuerpo. Utilizar estos aceites estaría muy bien, pues, a la excitación natural derivada de acariciar sensualmente el cuerpo de tu pareja podrá añadirse la excitación y el efecto afrodisíaco de realizar el masaje con las manos embadurnadas con algunos de estos aceites esenciales señalados.
Lavado los aceites aromáticos de las manos, pide permiso a tu pareja para tocar sus partes íntimas. No entra en nuestros cálculos (y seguramente tampoco en los tuyos) que te lo niegue. Desliza entonces entre sus piernas una barra de jabón. Que ella levante parcialmente su pelvis fuera del agua para permitirte un más fácil masaje. Desliza los dedos por el interior de sus labios vaginales y masajea su perineo con dos dedos. Realiza círculos alrededor del clítoris y sobre él, y juguetea con tus dedos acariciando su abertura vaginal con los dedos bien enjabonados.
Baña la espalda de tu pareja y el cuello. Finaliza realizando una suave caricia en su rostro y un amoroso masaje en su cabeza.
El baño habrá durado unos cuarenta minutos. Ayúdala a salir del baño. Sécala con una toalla. Cúbrela con alguna especie de manto. Llévala a la habitación. Allí continuarás con un masaje completo. Recién bañada, tu pareja es una especie de bebé en tus manos. Allí podrás honrar a sus genitales convenientemente. Cuando hayas finalizado el masaje erótico, realizad el acto sexual si ése es vuestro deseo, disfrutad de una copa de vino compartida o entregaos al placer de dormir juntos.
Una manera diferente de disfrutar de este baño con masaje sensual es establecer un sistema de turnos según el cual vais intercambiando papeles y roles. Este intercambio de roles, no obstante, hace variar el carácter ritual del baño. El cuarto de baño, en este caso, se convierte más en un espacio lúdico que en un espacio sagrado. Tanto en un caso como en otro, el amante se convierte en una especie de masilla en nuestras manos. Somos nosotros, con nuestro masaje y nuestras caricias, quienes le damos forma. Y la forma que adopta es, ni más ni menos, que la forma perfecta de la divinidad.