La postura del loto
A simple vista, la posición según la cual la mujer está sentada sobre el hombre (la postura del loto) permite y garantiza una mayor intimidad de la pareja. Entre un bullicioso retozar sexual en el que las posturas van cambiando y uno pierde de vista la mirada del otro, y esta postura del loto, que garantiza una mirada mutua y amorosa a los ojos, parece que es esta segunda postura la más íntima. No vamos a negarlo, pero sí que vamos a hacer una propuesta que añadirá sal y pimienta a esta posición y que, muy probablemente, hará que el placer y la excitación aumenten.
Bastará para ello un vibrador, algo de lubricante, un espejo y un poquito de sentido del exhibicionismo. Nada, apenas una pizca: la justa para aventurarse a dar un giro (literalmente) a la posición de sentada. Ya no os miraréis a los ojos directamente, pero podréis hacerlo a través del espejo. Será ahí donde vuestras miradas se encuentren y ahí donde podréis observar lo que el vibrador hace allí donde debe hacerlo.
Para que esto sea posible, coloca algún tipo de asiento robusto, sin brazos, frente a un espejo de cuerpo completo. Estaría bien que la chica llevara una falda pero que estuviera desprovista de ropa interior. También que vistiera una blusa o una camiseta suelta, sin sujetador.
Follar sentados
El hombre, ahora, deberá sentarse sobre la silla. ¿Eres tú? Pues siéntate y deja a tu alcance el vibrador convenientemente lubricado. Que el hecho de tener que lubricarlo no os corte el ritmo cuando estéis metidos en faena. No hace falta que lo ocultes. Que ella lo vea. Que vaya entrando en situación. Que comience a ser consciente del placer que le espera.
Invítala a que se siente encima de ti. Tú junta tus piernas y siente cómo ella coloca su entrepierna sobre tu paquete. Podrías estar desnudo, sí, pero añadir un tiempo de espera puede ir muy bien para crear un in-crescendo de excitación y placer. Para aumentar esa excitación, susurra palabras sucias en sus oídos, háblale del placer que vais a sentir, dile cómo adoras su cuerpo y, en especial, esas partes de él en las que vas a centrar tus más cuidadosas atenciones. Acaricia también su pelo. Besa su cuello.
Seguramente el pantalón que lleves se habrá convertido ya en un obstáculo para tu erección. Seguramente ella ya habrá notado que hay algo bajo la bragueta que está pidiendo salir al exterior. Permíteselo. Quítate los pantalones y deja que tu pene exhiba todo su poder y excitación. Lubrícalo. Con la ayuda del espejo, orienta a tu pareja para que vuelva a sentarse encima de ti (se había levantado para permitirte quitar tus pantalones) de manera que la vagina caiga sobre tu pene, que se abrirá paso dentro de ella, penetrándola.
Ha llegado el momento de que disfrutéis de la imagen que os devuelve el espejo. Seguramente devuelve la imagen de tus manos acariciando sus pechos, de tus dedos enredándose en su cabello, de su bocha chupando uno de tus dedos, posiblemente el mismo dedo que has utilizado para estimular su clítoris.
Echando mano al vibrador
Será ahora cuando el vibrador entre en acción. Debe ser un vibrador pequeño. Con él podrás estimular su clítoris y podrás, también, hacer que se esconda entre los pliegues de sus labios vaginales. Al mismo tiempo, la mujer puede apretar su músculo PC. De este modo, es probable que las vibraciones que el vibrador está dejando sobre el clítoris de la mujer se transmitan al pene del hombre, que verá aumentar así su excitación y su placer.
Las penetraciones y los vaivenes del coito deben ser lentos y profundos para extraer al mismo sus máximas posibilidades de placer. Vuestra imagen reflejada en el espejo hará aumentar vuestra excitación, que os conducirá de manera más o menos rápida a un maravilloso orgasmo. Si tú, mujer, ya has llegado a él y tu pareja está a punto de llegar, puedes optar porque se corra dentro de ti o puedes, por el contrario, descabalgarlo para, así, poder jugar con el vibrador sobre sus testículos mientras haces que eyacule gracias a la tarea impagable de tu boca o de tu mano. La imagen de su eyaculación (que puede apuntar a tu rostro, a tu boca, a tus pechos o, por qué no, al mismo espejo) reflejada en el mismo puede ser la guinda de un excelente encuentro sexual. El recuerdo del mismo puede ser, durante mucho tiempo, un magnífico afrodisíaco para ponerse a tono.
Otro excelente afrodisíaco para futuros usos podría ser la grabación en video de vuestro encuentro. Son muchas las parejas que lo hacen. Aunque la opción del video íntimo siempre requiere, como puedes imaginar, un nivel de intimidad y confianza mucho más alto que el simple ejercicio memorístico. Que el hipotético fin de la pareja pueda conducir, por motivos de despecho o de venganza, a la exhibición pública del video es algo no descartable. Aunque quizás ese hecho juegue a favor del morbo y la excitación a la hora del encuentro sexual y lo haga más intenso y explosivo.