Hay mensajes que triunfan y acaban complicándonos la vida. Por ejemplo: el mensaje que ha calado hondo en el cerebro de los hombres y que les dice que deben centrarse principalmente en el placer del cuerpo de su pareja. Ha calado tanto que, hasta cierto punto, el hombre se ha olvidado de disfrutar de las sensaciones de su propio cuerpo. La responsabilidad pesa sobre los hombros del macho que tiene interiorizada la obligación de hacer gozar a su pareja y esa responsabilidad y el hecho de pensar en qué debe hacer para que ese goce tenga lugar interfieren en su capacidad para concentrarse en su propio cuerpo y en tomar nota de los matices de su excitación.
A los hombres se les ha educado (maleducado) a no sentir sus sentimientos. Si quieres ser muy varonil, el mensaje tradicional dice que lo emocional debe alejarse completamente de lo físico. Sin embargo, haznos caso: si quieres conectar con una mujer y disfrutar al máximo de tu relación con ella, busca, por encima de todo, tener una conexión emocional con ella. Tus viejas formas de masturbarte (ese desahogo rápido, esa paja apresurada, ese correrse cuanto antes para liberar tensiones) trabaja en contra de tu capacidad de conectar y cumplir con tu pareja sexual. Puedes aprender a masturbarte de manera que, después, puedas ser un mejor amante.
Sólo a través de la práctica sexual, sólo mediante el entrenamiento adecuado, puedes prepararte para un uso prolongado y creativo del acto sexual y para que dicho acto se realice sin sentir en ningún momento una ansiedad ejecutoria que te impida disfrutar como es debido de él. Si eres consciente de tu placer y atiendes a él y a tus sensaciones podrás fortalecer las erecciones y orgasmos y tu potencial amoroso. Mejora el enfoque, la actitud y las técnicas del auto-placer y, así, tendrás un sexo de mayor calidad con tu pareja.
Entrenamiento masturbatorio para hombres
Plantéate buscar un lugar retirado y privado. Puede estar incluso en la naturaleza. Lo importante es que no sea el lugar en el que sueles masturbarte habitualmente. Si acostumbras a hacerlo en la ducha, huye de ella. Y resérvate un tiempo para ti mismo.
Inicia tu entrenamiento masturbatorio con una respiración profunda y lenta. Concéntrate en cada inhalación y en cada exhalación. Desnúdate lenta y sensualmente. Empieza a tocar todo tu cuerpo, sin prisas, centrando tu atención en todo momento en aquella parte de tu cuerpo que estés tocando en ese preciso instante. Frótate el pecho, los hombros y los brazos con algún tipo de loción o gel. Si acostumbras a tumbarte para masturbarte, no lo hagas en esta ocasión. Intenta mantenerte de pie o recostado contra una pared o un árbol. Se trata de que no repitas lo que habitual y rutinariamente recibas para masturbarte.
Si estás en un lugar en el que puedas disponer de un espejo, mírate en él. Mueve las caderas, cambia el ángulo desde el que te miras, admira tu cuerpo, observa con detención y placer tus genitales.
Utiliza aceite o loción en el pene, en el escroto, en el perineo y el ano. Tócate con suavidad, ligeramente, con lentitud. Concéntrate en cada una de tus caricias. Toca todo tu pene, su tronco y su base. Tócalo de diferentes maneras. Cambia de mano. Masajea otras partes de tu cuerpo mientras acaricias tus genitales. Mientras tocas tu polla, piensa en una especie de varita mágica capaz de crear nuevas vidas y almas.
Correrte rápidamente no es el objetivo de este ejercicio. Sintoniza todas tus sensaciones y observa cómo tu excitación sube o baja según los movimientos que haces. Puedes eyacular o puedes optar por permanecer en un prolongado orgasmo. Tú tienes la posibilidad de elegir. Lo importante del acto sexual debe ser el viaje, no el destino. No aceleres nada que haga que esa eyaculación llegue antes de lo que tu deseo ordene. Que tu mente trabaje tanto como tu pene.
La masturbación compartida
Compartir la masturbación no sólo es instructivo y nos hace descubrir cómo funciona la sexualidad de nuestra pareja, también es una forma particularmente gozosa de ahondar en el conocimiento de nuestra propia sexualidad. Hay que vencer vergüenzas y liberarse de complejos y miedos. Compartir la masturbación puede ser una puerta de entrada a un goce mucho más mayor de nuestra sexualidad.
Para compartir dicho acto es importante buscar un espacio sagrado en el que no falten las sugerencias de plumas, sedas, lociones y aceites. Invita a tu pareja para que se coloque en un puesto ideal del espacio compartido para que, desde ahí, pueda contemplar todo lo que tú realizas con tu cuerpo, ese espectáculo maravilloso de auto-placer que le ofrendas como a un espectador privilegiado y único.
Mira a tu pareja a los ojos y sincroniza con ella tu respiración. Dile qué vas a ofrecerle y salúdala con un saludo de corazón. Si su mirada te coarta, venda tus ojos y concéntrate en tu propia respiración y en tu cuerpo.
Cuando estés listo, comienza tu auto-cuidado ritual. Desnúdate lentamente mientras te concentras en tu cuerpo. Olvídate de todo lo demás. Usa la loción o el aceite para tocarte y acariciarte. No pienses en nada ni en nadie. Éste es tu tiempo y sólo para ti y para tu placer está reservado.
Hay pocas cosas más sexy que una mujer proporcionándose placer. Los genitales femeninos ofrecen muchas posibilidades de caricia, muchos tipos de tocamiento. Desde el área púbica al clítoris, desde la vulva al perineo; con los dedos o con algún tipo de vibrador o juguete sexual, las posibilidades son muchas. Olvídate de mojarte o de tener un orgasmo. Busca tu propio ritmo, concéntrate en el placer de cada caricia. El orgasmo ya llegará. Si lo buscas desesperadamente, perderás los placeres del viaje hasta él. Esos placeres pueden ser muchos y muy variados.
Cuando hayáis terminado con vuestra experiencia masturbatoria, poned en común vuestras sensaciones. Que toda crítica vaya envuelta en el tul de una sugerencia que busque ciertamente mejorar la técnica. Que cualquier comentario sea respetuoso. Vencer la vergüenza ha costado seguramente mucho como para, en este momento, echar a perder todo el trabajo realizado. Sus frutos no tardaréis en verlos brotar. Los veréis nacer, en forma de placer, en los próximos encuentros sexuales con vuestra pareja.