El brillo de la inteligencia
A estas alturas del partido sabemos que no existe una sexualidad, sino, posiblemente, tantas sexualidades como personas existen. Y es que la sexualidad humana es mucho más compleja de lo que durante muchos siglos se nos ha dado a entender. La sexualidad no es, única y exclusivamente, el resultado de la atracción sexual entre un hombre y una mujer. La sexualidad engloba muchos más tipos de atracciones. Una de ellas es la atracción de carácter sexual que algunas personas experimentan hacia quien da muestras de ser eso que se acostumbra a llamar “inteligencia”. A esta atracción se la denomina sapiosexualidad y a la persona que la experimenta, sapiosexual.
El sapiosexual se muestra emocionalmente activo cuando percibe algún estímulo que, saliéndose de lo rutinario, le resulta novedoso. El sapiosexual, especialmente abierto a la experiencia, huye de lo reiterativo. Siendo un tipo de atracción erótica que se da tanto en los hombres como en las mujeres, hay estudios que apuntan a que la sapiosexualidad es más habitual en las mujeres que en los hombres. La explicación que acostumbra a darse a esto es que, siendo en la mujer el proceso de la atracción sexual mucho menos visual que el hombre, aquélla busca un mayor y más amplio abanico de estímulos que éste para sentirse atraída sexualmente hablando. Así, la mujer valorará más que el hombre el factor de la inteligencia en el juego de la seducción y, por tanto, tendrá una mayor tendencia que aquél a ser o convertirse en una persona sapiosexual.
Amante del relato y la conversación y lo que ésta lleva sobre sus hombros, para la persona sapiosexual la conversación es, de alguna manera, un juego sexual que mantienen dos mentes. Y ese juego sexual, como tal, excita a las personas sapiosexuales.
Que el término sapiosexual sea un término relativamente nuevo no quiere decir, sin embargo, que lo que define y engloba lo sea. De hecho, la atracción sexual por la inteligencia del otro ha existido siempre. Incluso Platón, allá por el siglo IV a.C. habló de cómo la inteligencia y la mente podían actuar como factores de atracción interpersonal.
El brillo de la palabra
Si hay una herramienta para seducir a un sapiosexual, esa herramienta es la palabra. Y esa palabra, para ser seductora, debe huir de la superficialidad. La conversación debe tener una cierta calidad y el diálogo mantenido debe ser un diálogo estimulante.
Hay psicólogos que apuntan que, posiblemente, esa atracción hacia la inteligencia que experimenta la persona sapiosexual esconde una búsqueda de una relación más estable y segura. Por hache o por be, la persona sapiosexual, según apuntan esos psicólogos, asocia el concepto de inteligencia con la idea de estabilidad y seguridad en la relación de pareja.
A la hora de esbozar el perfil medio de una persona sapiosexual hay que tener siempre presente que:
- La persona sapiosexual no se conforma con lo platónico. La persona sapiosexual se siente atraída por la inteligencia del otro, es eso, principalmente, lo que activa su deseo, y éste, lejos de conformarse con permanecer en el limbo de lo platónico, desea concretarse y hacerse carnal. Es decir: desea convertirse en sexo.
- La persona sapiosexual no es indiferente a lo físico. Lo físico, sin duda, cuenta para ella a la hora de valorar a la otra persona y sentirse o no atraído por ella. Que se valore especialmente la inteligencia no quiere decir que no se valore lo físico.
- La persona sapiosexual no está concursando con el otro para ver quién es más inteligente. No es el captar la inteligencia del otro y dominarla lo que excita al sapiosexual sino el poder, de alguna manera, compartirla.
- La persona sapiosexual, al el físico de la otra persona, no concede un plus de atracción a la fuerza física.
¿Es bueno ser sapiosexual?
Los defensores de la sapiosexualidad acostumbran a esgrimir una serie de argumentos a favor de la misma. Entre dichos argumentos podemos destacar los siguientes:
- Que, gracias al hecho de ser sapiosexuales, los lazos que se establecen con la otra persona no tienen tanto que ver con valores cambiantes como pueden ser los atributos físicos como con un valor más estable como es la inteligencia.
- Que la atracción por la inteligencia, en lugar de ser menguante, acostumbra a ser creciente, lo que implica que los lazos, en lugar de deteriorarse con el tiempo, se van haciendo cada vez más estrechos.
- Que no interesa tanto lo que el otro pueda tener como lo que pueda saber. El “tener” puede, en un momento dado, ser un valor decreciente. El “saber”, por su parte, acostumbra a ser un valor creciente.
- Que la inteligencia suele mostrarse en la forma de utilizar el lenguaje y esa manera de utilizar el lenguaje acostumbra a inspirar armonía.
Hay quienes, sin embargo, observan en la sapiosexualidad un peligro: el de que la persona sapiosexual se pueda convertir en una persona sumisa ante la figura de la persona que la deslumbra por su inteligencia. En cierto modo, quienes creen intuir la existencia de un problema larvado tras la sapiosexualidad lo que observan en el sapiosexual es un cierto sentimiento de inferioridad, una falta de autoestima, un inicio de dependencia que, dependiendo del grado de ética de la persona considerada destacadamente inteligente por el sapiosexual, puede determinar el que éste sea, de un modo u otro, explotado o utilizado por aquélla.