El peso de la herencia moral
Hubo un tiempo en que estaba mal visto que la mujer tomara la iniciativa sexualmente. Mejor dicho: durante casi toda la historia de la civilización occidental se ha entendido que la mujer debe resignarse a que sea el hombre quien, en la cama, marque el ritmo y el contenido de lo que se hace o no se hace sexualmente en ella. La consideración de la mujer como elemento pasivo en la relación sexual ha sido una constante a lo largo de los siglos. Esa idea, afortunadamente, empezó a cambiar hace ya algún tiempo. La desinhibición sexual no es síntoma de ningún tipo de carencia moral. La mujer que toma la iniciativa en la cama no es una guarra. La mujer sexualmente activa es, simplemente, una persona que quiere disfrutar de su cuerpo y, al mismo tiempo, quiere servirse de él para dar placer a la persona que se encuentra con ella.
Muchas mujeres pueden sentirse todavía acomplejadas por el peso de la tradición. Ese complejo puede influir en su modo de comportarse sexualmente. ¿Cuántas mujeres no han renunciado al placer de la masturbación sólo por no contradecir las enseñanzas morales recibidas? Toda la actividad sexual aparece mediatizada por la influencia de dichas enseñanzas. Si eres una de esas mujeres, atiende a los consejos que te damos a continuación. No debes seguir dichos consejos al pie de la letra, pero puedes servirte de ellos para tomar ideas que llevar a la práctica.
La mujer activa
Tras haber dedicado un tiempo a las caricias mutuas, la mujer sexualmente activa podría, por ejemplo, colocar al hombre de espaldas, tumbado, para, a continuación, colocarse sobre él. El hecho de que la mujer esté colocada en la parte superior le permite tomar el control del ritmo, la profundidad y el ángulo de la penetración. El hombre, en esta situación, no tiene otra cosa que hacer que estar “a verlas venir”. No necesita hacer nada. De hecho, no tiene que hacer nada. Debe ser la mujer quien actúe. Debe ser ella, la mujer sexualmente activa, quien tome toda iniciativa. Él, que se limite a gozar del viaje. Será inevitable que en algún momento desee tomar la iniciativa para ponerse, como quien dice, al volante de la conducción.
Cuando el hombre haya asumido su papel pasivo, la mujer sexualmente activa deberá lubricar el pene y con su mano lubricada masajearse al mismo tiempo la vulva mientras mira al hombre a los ojos. Sin apartar de ellos su mirada, la mujer guiará el pene a sus labios vaginales y se lo introducirá en la vagina mientras, con la otra mano, acariciará el pecho, los hombros, las caderas y los muslos de su pareja.
Una vez con el pene dentro de la vagina, la mujer sexualmente activa empezará a mover sus caderas lentamente. Se levantará y bajará, hará círculos, avanzará hacia delante y hacia atrás. El movimiento será, más que un movimiento, una danza ondulante del cuerpo de la mujer sobre la barra de baile del pene del hombre.
Piensa que no existe una manera correcta de mantener relaciones sexuales. El mantener una relación sexual no tiene por qué ser algo difícil físicamente. No tienen por qué adoptarse posturas acrobáticas. No tienen por qué seguirse normas al pie de la letra. La relación sexual es cosa de cada cual. Se puede llegar al orgasmo o no. Se puede intentar llegar al unísono o no. Se pueden incorporar estimulaciones anales o no. Se pueden usar juguetes eróticos o no. Vibradores, consoladores, dildos, estimuladores del clítoris, bolas tailandesas, etc., etc. pueden usarse o no a la hora de mantener relaciones sexuales. No hay reglas. La única regla es gozar y hacer gozar. Y sentirse satisfechos con el encuentro sexual que se mantenga.
El orgasmo es una experiencia personal dentro de la relación. Mientras que la llegada hasta él es una experiencia compartida y compatible con la pareja, el orgasmo en sí es una experiencia esencialmente individual. Es absolutamente natural que la mujer se sienta ensimismada en el momento del clímax.
La relación sexual no debe emplearse en modo alguno como una obligación o un instrumento de negociación. A la larga, esa actitud adormece y entumece el cuerpo, inhabilitándolo en gran medida para el placer. Hay que ser, en todas las ocasiones, fiel a los propios deseos. Para que el sexo salga bien y resulte gozoso, debe practicarse cuando de verdad apetece. El placer no debe fingirse. No hay nada peor para la relación erótica que el fingimiento. El fingimiento puede acabar por arruinar una relación erótica que, de otra manera, podría resultar muy gozosa.
Por influencia cultural, la mujer puede verse en más de una ocasión atenazada por el temor de aparecer a los ojos de su pareja como una mujer “moralmente suelta”. Esta idea hay que erradicarla completamente. ¿Qué mayor suerte, para un hombre, que estar con una mujer sexualmente activa, una mujer que regala su sexualidad no por coacciones morales ni culturales sino por el simple acto voluntario de querer compartir un rato de placer? ¿Qué mejor compañía que la de quien, deseándote, toma la iniciativa para gozar junto a ti? Si tu pareja es así, disfruta del regalo que te ha dado la vida. Si lo no es, intenta indagar si tras su pasividad sexual no se oculta el peso asfixiante de la cultura heredada.