Un concepto erróneo del Tantra
Quien más quien menos ha oído hablar del Tantra alguna vez en su vida. Quien más quien menos, también, lo asocia a una forma especial de practicar el sexo. Pero si indagas y preguntas, comprobarás que no son tantas las personas que saben exactamente qué es el Tantra y qué prácticas sexuales integran lo que se conoce como sexo tántrico. Es decir: que la gente habla de oídas e intoxicada por una serie de conocimientos que han alcanzado la condición de míticos y que no siempre se ajustan a la realidad.
Muchos de esos mitos se fraguaron en un tiempo que podríamos encuadrar entre mediados de los años sesenta y mediados de los setenta. Fue en ese período de tiempo cuando tuvo lugar el movimiento hippie, que tan influenciado estuvo por toda la cultura que viniera de la India. Los hippies, en búsqueda de unos símbolos culturales que no tuvieran nada que ver con los que habían marcado la generación de sus padres, quedaron deslumbrados por la cultura hindú y por su manera de concebir la vida.
Entre las influencias culturales que, llegadas de la India, dejaron su huella en el movimiento hippie figura, en lugar destacado, el Tantra. Eso sí: del Tantra el movimiento hippie sólo tomó una cierta escenografía, un algo del Tantra original que llegó desvirtuado, mezclado con otras costumbres no específicamente hindúes (el consumo de psicotrópicos, por ejemplo, que no tiene nada que ver con el Tantra, sería una de ellas). Quizás esas influencias tántricas sirvieron para revalorizar el valor del cuerpo humano y para tomar conciencia de cómo éste (y las prácticas que con él pueden realizarse) tienen un componente espiritual que sobrepasa los límites de lo exclusivamente material, pero no para dejar idea clara de lo que es el Tantra.
De aquellos polvos, sin duda, vinieron estos lodos. Y aquella asunción de conceptos borrosos cogidos al vuelo en un viaje a las playas de Goa y tres lecturas de autores de la Beat Generation o de Lobsang Rampa intoxicó cualquier concepto que pudiera quedar en la mayor parte de la sociedad de lo que son las culturas tibetanas o hindú y de lo que es el Tantra.
Como siempre que las cosas se aprenden a medias o impregnadas de autodidactismo, el concepto del Tantra se instaló en nosotros infectado de mitos. Veamos en este post cuáles son algunos de esos mitos del Tantra que han contaminado lo que nosotros sabemos sobre esta tradición esotérica oriental que se sirve del deseo material para alcanzar los más altos niveles de espiritualidad.
Ideas equivocadas sobre el Tantra
Uno de los mitos del Tantra más arraigados es el de concebir el Tantra como una práctica sexual milenaria. No. El Tantra es mucho más que una simple práctica sexual. El Tantra no es comparable a, por ejemplo, el cunnilingus o la felación. Que el sexo sea importante en el Tantra no quiere decir que el Tantra se reduzca a sexo. El sexo y sus prácticas son tan sólo una parte más del Tantra y éste, más allá del placer que persigue toda práctica erótica, tiene como objetivo alcanzar la iluminación. El sexo, dentro del Tantra, es camino y símbolo: camino hacia esa iluminación y símbolo de la fusión corporal-espiritual entre dos personas.
Otro de los mitos del Tantra es el de pensar que la práctica del sexo tántrico conduce a orgasmos espectaculares de una duración extraordinaria. No hay orgasmos que duren horas, aunque alguien lo haya afirmado en alguna ocasión. Ni con Tantra ni sin Tantra. El orgasmo más largo registrado científicamente ha sido de 45 segundos. En el Tantra, el orgasmo no es algo que deba asociarse a ningún tipo de competición. El orgasmo, en el Tantra, es más bien una experiencia mística, una experiencia trascendente en la que dos seres se funden. El orgasmo, en el Tantra, no es un fin; es un medio.
Esta afirmación que acabamos de realizar hace que muchas personas, al conocerla, piensen que el Tantra o, mejor dicho, el sexo tántrico, se vuelve algo muy simbólico, sí; muy llamativo visualmente, sí; muy estético, sí; pero carente, en el fondo, de placer. ¿Cómo una práctica sexual puede resultar placentera si no conduce, irremisiblemente, al orgasmo? Reducir la sexualidad a lo genital y a lo orgásmico es una manera burda de autonegarse grandes posibilidades de placer. El Tantra intenta evitar esa castración sensitiva que implica reducir lo sexual a lo genital haciendo hincapié en todos los placeres eróticos que, físicamente, pueden estar más allá de lo genital. El descubrir cómo alcanzar esos placeres y la intensidad de los mismos es la mejor manera que tiene el Tantra para enseñar a los neófitos en él cómo no es necesario el orgasmo para que la relación sexual sea placentera.
Tampoco se necesita, y ése es otro de los mitos del Tantra, el tener conocimientos de Yoga para practicar sexo tántrico. Hay quien asocia erróneamente el sexo tántrico con la flexibilidad corporal. El sexo tántrico no es, en modo alguno, un sexo basado en la acrobacia. El sexo tántrico no es un sexo para contorsionistas sino que es apto para cualquier tipo de persona, independientemente de su flexibilidad corporal. De hecho, en el sexo tántrico tienen más importancia la forma de mirarse y la forma de acariciarse o besarse que la postura erótica escogida para hacer el amor.
Ni promiscuo ni forzado
Tampoco es el sexo tántrico, como piensan muchas personas, una práctica sexual propia de personas promiscuas. Ése es otro de los mitos del Tantra. El sexo tántrico no tiene sentido en la promiscuidad. De hecho, el Tantra no busca la simple estimulación y la satisfacción sexual. Busca algo que está más allá: alcanzar un estado de conciencia superior junto a una persona especial. Este objetivo, pues, excluye la promiscuidad.
Para muchas personas, el sexo tántrico impone una ritualidad que resta espontaneidad a la práctica sexual. Estas personas defienden que lo mejor del sexo es el dejarse ir que la pasión impone. En este sentido y a estas personas, el sexo tántrico le parece algo forzado. No vamos a quitar la razón por completo a las personas que esgrimen este mito sobre el Tantra para restar atractivo a su práctica, pero sí que vamos a matizarla. Aceptamos que, en ocasiones, sobre todo cuando las relaciones están en sus inicios y los cuerpos se acaban de conocer, dejar que las ansias se apoderen de los actos eróticos de la pareja es una buena manera de entregarse al placer. Pero también creemos que cuando las relaciones se estabilizan, los cuerpos empiezan a saber a conocido y en el fondo de la historia en común va apareciendo un poso de rutina, es bueno recurrir a las prácticas tántricas para avanzar hacia nuevos estadios de conocimiento mutuo y hacia una fusión físico-espiritual mucho más profunda.
Derrumbados, esperamos, algunos de los mitos sobre el Tantra que circulan por ahí, sólo nos queda esperar que asumas que el Tantra en general y el sexo tántrico en particular pueden ser, en tus manos, dos instrumentos de incalculable valor para ayudarte a ser más feliz y sentirte más realizado/a tanto física como espiritual/mentalmente.