Todos, cuando pensamos en sexo, pensamos en algo placentero. Para el común de los mortales, pensar en follar es pensar en pasarlo bien y en gozar de lo lindo. Pero… ¿es así para todas las personas? No. De hecho, hay personas que experimentan lo que de un modo científico se llama genofobia y, de una modo más sencillo y seguramente fácil de entender, miedo al coito.
Hay gente que, por motivos que analizaremos más adelante, sienten miedo a la hora de mantener un contacto sexual. Ese miedo puede derivarse de la práctica sexual en general o del coito en particular.
Tipos de miedo al coito
La genofobia es un tipo de fobia sexual que se da tanto en hombres como en mujeres. Los síntomas de la misma pueden ser de diversos tipos. En ocasiones, dichos síntomas están relacionados con el temor a no estar a la altura de las circunstancis. En otras, con un cierto temor al dolor físico. A veces, también, el miedo al coito puede derivarse del temor a no gustar a la otra persona.
Delimitar qué motivos hay detrás de este tipo de fobias es fundamental para superarlas. Así como todas las personas que padecen la genofobia comparten una especie de bloqueo ante el hecho sexual, cada una de ellas tiene un motivo distinto como agente provocador de ese bloqueo. Hay personas, que, por ejemplo, pueden sentir temor al coito por tener miedo a un posible embarazo. Hay hombres que, por ejemplo, pueden sentir temor a echar un polvo porque, en mayor o menor medida, padecen de una cierta disfunción eréctil. Por su parte, hay mujeres que pueden padecer vaginismo. Este motivo de padecer genofobia es muy común entre las mujeres. Basta con que se haya tenido una mala experiencia al ser penetradas para, a partir de dicha experiencia, padecer un marcado temor a la penetración.
Miedo al dolor
Este miedo a la penetración está relacionado directamente con la sensación de dolor y también, de forma indirecta, con diversos factores sociales. Por eso muchas mujeres rechazan, por principio el sexo anal. En este caso, los factores sociales y el miedo al dolor se unen para hacer que muchas mujeres sientan una mezcla de pavor y repugnancia ante el hecho de considerar una penetración anal. En el caso del hombre, el sexo anal, además, es un terreno erizado de prejuicios y tabúes. Para muchos hombres, la estimulación anal pasiva es una práctica sexual propia de homosexuales y, como tal, absolutamente rechazable por parte de un heterosexual.
Ese miedo al dolor a la penetración puede convertirse en vaginismo, es decir, en una contracción involuntaria de los músculos de la vagina. Esa contracción es la que, en principio, provoca ese dolor que hace que la mujer tema al coito. Son muchas las mujeres que, por causas psicológicas, padecen vaginismo. En nuestro artículo “Juguetes eróticos para luchar contra el vaginismo” recomendábamos algunos juguetes sexuales para superar esta disfunción sexual.
El papel de macho
Entre los hombres es muy frecuente el padecer, llegada la hora del sexo, miedo al fracaso. El hombre medio, influido por una cultura particularmente machista, se ha arrogado un papel en las relaciones sexuales que le hace temer especialmente el “quedar mal”, el no dar la talla. Este temor puede resultar muy castrante. Pensar en si vamos a dar la talla o no nos acerca peligrosamente a la experiencia de no darlo y, también, a la experiencia de no gozar de una erección “como Dios manda”. Así, la disfunción eréctil se convierte, por las zancadillas que nos pone la propia mente, en una problema sexual bastante más generalizado entre el sexo masculino de lo que habitualmente solemos pensar.
Un problema de pareja
En ocasiones, ese miedo a no dar la talla se da en el seno de la propia pareja. En este caso, el miedo al sexo tiene unas connotaciones más psicológicas aún. Dichas connotaciones guardan relación directa con lo que podríamos llamar “la sintonía de la pareja”, con cómo se siente la pareja internamente, con hasta qué punto cada uno de los miembros de la misma se siente satisfecho con el rumbo que lleva la relación y con cómo se disfruta del sexo dentro de ella.
Para superar este tipo de fobia es fundamental estrechar los lazos comunicativos de la pareja. La comunicación franca y directa es fundamental para que afianzar una relación. Para ello, es necesario que cada uno de los miembros de la pareja conozca sus gustos sexuales, sepa qué le gusta y qué no en la cama y sepa comunicárselo al otro miembro. Hay que pedir y hay que hacerlo, además, sin ningún tipo de complejo.
Otras fobias relacionadas con la genofobia
La fobia al coito puede estar relacionada con otros tipos de fobias. Entre ese tipo de fobias podemos destacar:
- La parafobia o miedo a la perversión sexual.
- La gimnofobia o miedo a la desnudez, tanto propia como de los demás.
- La hafefobia o sensación de rechazo al contacto físico prolongado.
- La Filemafobia o temor a los gérmenes que se nos pueden contagiar por mediación de un beso o, también, al mal aliento que pueda tener la otra persona.
La genofobia puede estar relacionada también con algún trauma sexual padecido en el pasado. Cualquier experiencia sexual desagradable o traumática puede derivar en un mayor o menor grado de miedo a follar. Una primera vez traumática o una violación, por ejemplo, pueden provocar que la persona que haya padecido esa experiencia sienta una marcada aversión al sexo.
El tipo de educación recibida también influye poderosísimamente en la visión que una persona tenga de las relaciones sexuales y en su actitud ante ellas. Si el sexo se nos ha enseñado como algo sucio y pecaminoso, será difícil que podamos considerarlo algo atractivo. Lo más normal, en casos así, es sentir ante el contacto sexual alguna castrante combinación de asco y temor.
Superar la genofobia
Sea cual sea el motivo que la haya originado, la mejor manera de superar la fobia al coito es recurriendo a la ayuda de un profesional. Un sexólogo es, en muchas ocasiones, la persona ideal para superar ese bloqueo que padecen determinadas personas llegada la hora de iniciar una relación sexual.
Para buscar esa ayuda profesional es necesario, previamente, asumir que se tiene un problema y, sobre todo, establecer un diálogo fluido y sincero con la pareja. Ése es el primer paso a dar para superar la genofobia: tener claro a qué se tiene miedo y cuál es el motivo que nos impide disfrutar del sexo tal y como el sexo debe ser disfrutado.
Otro aspecto a valorar a la hora de intentar superar una situación como la que describimos en este artículo es si el problema es nuestro o es de nuestra pareja. Dependiendo de nuestra respuesta a esta pregunta buscaremos un tipo de ayuda profesional u otra. En algunos casos, será la teoría psicológica individual la que nos permitirá superar el miedo al sexo. En otras, por el contrario, deberá ser la terapia de pareja la que nos permita dejar atrás esta castrante fobia. En cualquier caso, lo que no podemos hacer es resignarnos a padecerla. Si lo hacemos, dejaremos de disfrutar de una de las experiencias más placenteras y gratificantes de la vida: el sexo.