Consejos para el masaje de pies
Un masaje es mucho más que ir distribuyendo alternativamente golpes y caricias sobre el tejido muscular. Los pies son un punto de partida perfecto para comprender que el masaje es mucho más que eso y para practicarlo de manera placentera. Coge un pie de tu pareja, agarra su talón firmemente con una mano y con la otra, con el puño cerrado, apretando con los nudillos sobre la planta, avanza poco a poco hacia el talón. Si lo haces varias veces activarás canales de energía internos que, desde los pies de tu pareja, enviarán un sinfín de estímulos positivos a los diferentes órganos de tu cuerpo.
Masajeando los pies de tu pareja de ese modo estás, de alguna manera, masajeando sus órganos sexuales. Realiza una intensa presión y pregunta a tu socio si le gustaría más o menos presión. Actúa a continuación según él te indique. Actúa sobre la planta del pie, sobre el talón, sobre los dedos. Coge cada uno de ellos y masajéalo independientemente y con calma. Tira de ellos también.
Besar los pies
Besar los pies es un gesto de gratitud suprema. Al hacerlo estamos mostrando, en cierto modo, la adoración que sentimos hacia la persona de quien son esos pies. Hay una unión especial entre dos personas cuando una besa los pies de la otra. Para que esa unión sea verdaderamente mágica, cuando beses los pies de tu pareja utiliza toda tu creatividad y, sobre todo, empieza delicadamente.
Lleva la punta de los dedos de los pies de tu socio a la boca, ábrela y, sin tocar siquiera un dedo del pie con la boca ni los labios, deja ir un largo suspiro sobre ese pie. La idea es dejar una caricia de aire caliente sobre ese pie. A continuación, mueve tu lengua húmeda y ligera sobre el dedo gordo del pie. Haz una pausa. Las pausas son siempre importantes. Pregunta a cualquier músico y te hablará de la importancia de los silencios en cualquier partitura. Esto de acariciar, en el fondo, es como ejecutar una pieza musical. Tras la pausa vendrán nuevas notas. En este caso, tras esa pausa tras juguetear con tu lengua sobre el dedo gordo, pasea tus labios por la superficie del pie y desliza tu lengua entre los dedos.
Llegado aquí, déjate guiar por el instinto. Lame, mordisquea y succiona a tu gusto. Eso sí: no trates de impresionar a tu socio. Céntrate en tus emociones. Cierra los ojos. ¿Qué sientes al llenar tu boca con una parte de tu pareja? Sigue succionando rítmicamente. Se trata de que juegues como un niño lleno de inocencia y curiosidad que experimenta sin vergüenza alguna.
Cuando acabes el masaje de pies, mira a tu amante a los ojos. Te darás cuenta, muy probablemente, de que la energía erótica que se ha desprendido sirve para suavizar los rasgos de su cara. Seguramente aparecerán más relajados, llenos de un nuevo atractivo sexual. Realiza el saludo de corazón en gratitud por los momentos compartidos y disponte a intercambiar los papeles. Ahora podrás sentir, vertido sobre ti, todo el placer que antes le has proporcionado.
Al final del masaje de pies, mira a tu amante a los ojos y observa cómo sus rasgos faciales se han relajado. Realiza un saludo de inclinación ante ella en gratitud por los momentos compartidos. Intercambiad vuestros papeles.
Masaje verbal
Tras una sesión de caricias, habla siempre con tu pareja. Intercambiad opiniones, decirnos el uno al otro si queréis más presión o menos en las caricias, qué parte deseáis que os sean acariciadas más a menudo o durante más tiempo. Este intercambio de opiniones debe eludir, siempre, los reproches o las actitudes defensivas. No debes sentirte criticado si tu pareja te dice “prefiero que me acaricies así o asá”. El objetivo es que disfrutéis dándoos placer mutuo y de que vuestra relación se haga más íntima y fuerte. Se trata de estrechar lazos y aprender, no de lanzarse reproches mutuos de inutilidad. El diálogo y la práctica os conducirán a un pequeño y particular paraíso de placeres.
El “pegado”
En el estar pegados los dos miembros de la pareja hay una reminiscencia clara: la de la relación de la madre y el bebé. Esta manera de estar juntos impregna todo el cuerpo con unas ondas de carácter erótico que van mucho más allá de lo meramente genital. Todo lo que en la superficie puede parecer inactividad y adormecimiento puede ser, en el fondo, una lenta combustión en la que la temperatura va subiendo poco a poco. El pegado abre nuestros canales internos de energía de una manera sutil y, gracias a eso, los límites entre los cuerpos empiezan a disolverse. El pegado nos da la oportunidad de crear y dispersar energía sexual con todo el cuerpo y no sólo con los genitales.
Si quieres practicar y experimentar los placeres del pegado, busca un lugar cómodo para descansar (una cama no estaría mal, no) y ajusta tu cronómetro para que te avise cuando pasen, al menos, veinte minutos. Pon una música suave y relajante. Coloca tu pecho sobre su espalda. Sírvete de unas almohadas para que se sirvan de reposo y lugar en el que apoyarte.
¿Ya estáis acostados juntos? Pues bien: ha llegado el momento de ser conscientes de las propias respiraciones. Deja que, con cada exhalación, se vayan algunas de tus preocupaciones y tensiones. Mira cómo se alejan de ti al compás de tu respiración. Con ellas se van, también, tus miedos y tus resentimientos. También tus expectativas. Piensa que, librándote de ellas, te liberas de la decepción. Así, todo lo que recibas será un regalo, la ofrenda que la vida y tu pareja te hacen. Desnúdate de la necesidad de pensar y analizar. Deja que el aire flote libremente en tu boca, sin que nada toque parte alguna de tu cavidad bucal. Al inspirar, piensa que te estás llenando de energía.
Concéntrate ahora en la respiración de tu pareja. Amoldad vuestras respiraciones para seguir un mismo ritmo. Al hacerlo, aumentará el calor, la suavidad, la dulzura de estar juntos, la sensación de protección y seguridad. A cada inspiración y expiración os volveréis más transparentes el uno para el otro e iréis descubriendo la maravilla de vivir el presente en toda su plenitud.
¿Puedes sentir cómo se van disolviendo los límites con tu pareja? ¿Notas cómo los corazones bombean al unísono? Normalmente se necesita un mínimo de veinte minutos de pegado para experimentar esta sensación de habitar un lugar blando y relajado en el que las fronteras entre uno y otro se han diluido. Sé paciente. No tengas prisa. Incluso el éxtasis precisa de su práctica. Piensa en la utilidad de este ejercicio y en lo mucho que tienes a ganar. Pensando en ello encontrarás el estímulo necesario para no desistir. Un error demasiado común es esperar demasiado demasiado pronto. Como siempre decimos: disfruta del viaje. Ya llegará a destino cuando toque. De momento, intercambia papeles tras un saludo de corazón y piensa, para esperanzarte y llenarte de ilusión, que la relajación en el pegado es el punto de partida para llegar a un pegado de carácter mucho más sexual.