El nerviosismo del masajeado
La actitud que mantenga el masajeado antes y durante la realización del masaje es fundamental para determinar el éxito del mismo. Por regla general, quien se presta a recibir un masaje está predispuesto a mantener una actitud de colaboración con el masajista y, por tanto, una actitud relajada. Pero en ocasiones, por unos motivos o por otros, el masajeado muestra una actitud nerviosa que dificulta la realización del masaje y, por consiguiente, hace más difícil la obtención de beneficios derivados del mismo.
Por ejemplo: siempre es posible encontrar a personas para quienes el mero hecho de mostrarse desnudas puede ponerlas muy nerviosas. En estos casos, lo más normal es colocar una toalla sobre las nalgas o sobre los genitales a la hora de realizar el masaje. Si quien va a recibir el masaje es una mujer también puede colocarse una segunda toalla que cubra los senos. Otra opción es utilizar una sábana que exclusivamente deje al descubierto aquella parte del cuerpo del masajeado que se esté masajeando en ese instante. Mantener puesta la ropa interior sería otra opción, aunque ésta, lógicamente, dificultaría o, directamente, impediría la realización de una serie de toques, con lo que el masaje quedaría, ciertamente, incompleto.
En el caso de este nerviosismo generado por el hecho de mostrarse desnudo o desnuda hay que valorar qué afecta más al masaje, si el estado de nerviosismo en sí o el mantenimiento de una ropa interior que dificulte los toques del masaje.
En otros masajeados no es tanto el desnudo en sí lo que les genera tensión como el contacto físico del masajista. Sin duda, éste es un grave problema a solventar si se desea que el masaje pueda realizarse de una manera correcta. El cuerpo del masajeado se encoge y se pone rígido al notar el contacto de las manos del masajista y, en casos extremos, tiembla de manera más o menos violenta imposibilitando la realización del masaje. En este caso, poca cosa puede hacerse. Si acaso, masajear la espalda. Un masaje de la espalda siempre tiene un efecto calmante que puede ir muy bien para eliminar ese nerviosismo que impide realizar correctamente el masaje.
Profundizar la respiración
Trabajar la respiración puede ser otro buen método para realizar el masaje. Para realizar este trabajo, quien realiza el masaje debe pedir al masajeado que sienta el peso de su cuerpo sobre la mesa. El siguiente paso, a partir de ahí, es pedir al masajeado que siga el recorrido de su respiración, que sienta cómo entra en su cuerpo, que la haga fluir, de manera lenta. Cuando hayan pasado unos dos minutos, el masajista debe colocar una mano sobre la nuca del masajeado y otra sobre el abdomen, un poco por debajo de la caja torácica.
La mano que está posada sobre el abdomen del masajeado debe acompañar su respiración. Cuando el masajeado exhale el aire, esta mano debe presionar ligeramente sobre el abdomen hasta una fracción de segundo después de que parezca que el movimiento respiratorio de la exhalación ha finalizado. Cuando el masajeado inhale, la mano debe estar, simplemente, recostada sobre el vientre, sin realizar presión alguna. Lo que se persigue al realizar este acompañamiento de la respiración es hacer que ésta sea cada vez más profunda. Una respiración más profunda siempre favorecerá una mayor relajación.
Para conseguir que esta relajación sea mayor, se podrá seguir el mismo procedimiento anterior (presionar con la exhalación y relajar la presión con la inhalación) con las diferentes zonas del cuerpo (cabeza, hombros, brazos…).
Un masaje bien realizado tiene un efecto directo sobre el masajeado: la liberación de emociones. Una de esas emociones puede ser la tristeza y su manera de liberarse, el llanto. Si eso sucede, lo mejor es interrumpir el masaje y dejar que la persona masajeada llore libremente.
Molestias y cosquillas
Durante el masaje, además, pueden aparecer molestias físicas. Si éstas aparecen, el masaje debe interrumpirse de inmediato. No tiene sentido persistir con una acción que ocasiones molestias físicas. Cambiar la posición de la persona o cambiar la superficie sobre la que se está recostado puede bastar para acabar con la molestia. Las almohadas son instrumentos de gran ayuda en estos casos. Por ejemplo: pueden ser muy útiles a la hora de colocar adecuadamente un cuello agarrotado.
Finalmente, hay que considerar la posibilidad de que el masajeado sea excepcionalmente sensible a las cosquillas. Las cosquillas pueden arruinar cualquier masaje. Los masajes de los pies, del abdomen o de los laterales del torso son bastante proclives a la aparición de dichas cosquillas. Para luchar contra éstas sin interrumpir el masaje sólo hay un camino: aumentar la presión. Ese aumento de la presión, seguramente, bastará para que las cosquillas desaparezcan. Si no fuera así no quedaría más remedio que poner punto y final al masaje.