¿Dónde está el punto L?
Al final el mapamundi del placer quedará reducido a una constelación de puntos repartidos por el cuerpo. Tras conocer la importancia que para la mujer tiene el punto G y para el hombre el punto P, toca destacar la importancia del punto L. ¿De qué hablamos cuando hablamos del punto L? De una zona localizada en la parte exterior del músculo pubococcígeo, entre la parte exterior de los testículos y el ano.
Al igual que sucede con todos los puntos erógenos de la anatomía masculina, la estimulación del punto L es una infalible fuente de placer para el hombre. La estimulación del punto L puede ser de tres tipos: oral, mediante la masturbación y durante el coito. En este artículo vamos a ver cómo deben realizarse estos tres tipos de estimulación o masaje del punto L.
Estimulación del punto L mediante sexo oral
El punto L puede estimularse oralmente de dos maneras. La primera de ellas, obvia, es usando la lengua y la boca para lamer o aspirar sobre el punto L. La segunda, seguramente más efectiva a la hora de llevar al hombre hasta el orgasmo, consiste en chupar el pene en la punta (es decir, en el orificio por el que salen orina y semen) y en efectuar sobre ese punto un efecto aspiración. Esta aspiración produce mucho placer al hombre, pero debe realizarse de una manera muy controlada. Un exceso de intensidad al realizar la aspiración puede provocar que el hombre sienta irritaciones en el pene.
Para hacer más efectiva este tipo de estimulación del punto L mediante sexo oral es necesario que la mujer (o el hombre) que actúe como parte activa de la estimulación se desprenda de tabúes y remilgos. ¿Qué queremos decir con eso? Que, alcanzado el orgasmo, se debería seguir aspirando durante la eyaculación, estimulando al mismo tiempo el frenillo, es decir, ese punto en que, mediante una pielecilla, el glande se une al tronco del pene. Ese punto es el más sensible de todo el glande y, por tanto, el más sensible del pene.
Estimulación del punto L mediante la masturbación
Seguramente la manera más sencilla de estimular el punto L es mediante la masturbación o, dicho de otro modo, mediante el uso del sentido del tacto. De manera delicada y con la yema del dedo, el masaje de esta zona del cuerpo masculino suele causar mucho placer al hombre. En algunos casos, esta estimulación puede bastar para llevar a los hombres hasta el orgasmo, pero lo más habitual es que la estimulación del punto L deba combinarse con la estimulación del pene (la masturbación tradicional) para que el hombre pueda alcanzar el éxtasis.
Para incrementar la sensualidad del masaje es conveniente aplicar a la zona un poco de aceite de masaje o, en su caso, de lubricante. El lubricante resultará imprescindible en el caso de que se desee realizar una doble estimulación de próstata y punto L. Para realizar esta doble estimulación será necesario introducir un dedo en el ano del hombre. Una vez introducido podrán estimularse al mismo tiempo la próstata y el punto L. Muchos hombres rechazan este tipo de estimulación. ¿El motivo? Fundamentalmente cultural. La mayor parte de los hombres relacionan la estimulación anal con la homosexualidad y eso hace que la rechacen como parte pasiva de la misma incluso cuando la práctica la comparten con una mujer.
Estimulación del punto L mediante el coito
El punto L puede ser estimulado mediante el coito, pero para que dicha estimulación sea efectiva deben cumplirse dos requisitos. El primero es que el hombre tenga un músculo pubococcígeo bien desarrollado. Para ello resulta esencial que el hombre realice los famosos ejercicios de Kegel. Éstos no sólo servirán para que el hombre aumente su capacidad de control sobre su eyaculación. También servirán para que el placer experimentado durante el coito y durante el orgasmo sea más intenso.
El segundo requisito necesario para que la estimulación del punto L durante el coito sea efectivo es que la mujer haya entrenado, también, sus músculos vaginales. Teniendo control sobre ellos (gracias también a los ejercicios de Kegel y al uso de bolas vaginales), la mujer podrá moverlos de manera apropiada durante el coito para, así, realizar con su vagina un efecto de aspiración sobre el pene. Las mujeres que consiguen ese dominio sobre sus músculos vaginales no sólo son capaces de proporcionar mayor placer a un hombre. También consiguen experimentar mejores sensaciones eróticas.
La adquisición de ese dominio sobre los músculos pubococcígeo y vaginales acercan a hombre y mujer a ese punto de excelencia amatoria en la que el orgasmo compartido deja de ser un mito para convertirse en una realidad.
El orgasmo tras la estimulación del punto L
Que sea difícil no quiere decir que la estimulación del punto L no pueda conducir por sí sola al orgasmo. Eso sí: el orgasmo tras la estimulación del punto L es un orgasmo diferente al orgasmo que el hombre experimenta habitualmente. El orgasmo normal del hombre tiene lugar tras superar un punto de excitación de no retorno y se percibe como una sucesión de entre cuatro y cinco rápidas descargas de placer espasmódico. Este orgasmo debe ir acompañado de una serie de contracciones de carácter involuntario de los músculos que se encuentran entre el ano y el pubis.
El orgasmo alcanzado mediante la estimulación del punto L tiene unas características distintas. En este tipo de orgasmo no hay disparos, no hay contracciones, es lento y progresivo y el semen, en lugar de salir escupido, fluye como si se tratara de un respiro. Si el orgasmo habitual acostumbra a empezar y terminar con la eyaculación, el orgasmo tras la estimulación del punto L es un orgasmo que empieza un poco antes de la eyaculación y termina después de que haya salido del pene la última gota de semen. En cierto sentido, el orgasmo tras la estimulación del punto L es un orgasmo que, propagándose por todo el cuerpo, difundiéndose por él, adquiere connotaciones claramente tántricas.