En no pocos artículos de nuestro blog hemos señalado que el Kamasutra es más, mucho más, que un manual de posturas sexuales. Su propio autor, el maestro Vatsyayana, indicó que la suya era una obra dedicada a todos aquellos hombres que, de una forma inteligente, desearan alcanzar un equilibrio entre lo material, lo sexual y lo espiritual. Así, Kamasutra y espiritualidad son palabras que caminan de la mano y este post vamos a hablar de esa relación.
Que la espiritualidad forme parte del Kama Sutra es algo, de alguna manera, inevitable. Aunque sea de forma tangencial. No en vano, el autor de esta obra tan célebre era, aunque pudiera no parecerlo desde nuestra óptica occidental, un religioso. Vatsyayana formaba parte de la casta sacerdotal de los brahmanes de la India.
Por mucho que haya que leer esta obra con todas las prevenciones propias a la hora de enfrentarse a un texto que fue escrito hace aproximadamente 17 siglos (no se conoce su datación exacta), lo cierto es que en muchos aspectos puede parecer, aún hoy, absolutamente revolucionario.
En estos tiempos en los que la lucha femenina por la igualdad respecto al hombre ha adquirido tanta relevancia, resulta ciertamente sorprendente que hace ya tantos siglos un brahman hindú defendiera por escrito que las mujeres debían ser consideradas, eróticamente hablando, iguales a los hombres.
A caballo entre la antigua religión védica y el hinduismo, el brahmanismo que profesaba el maestro Vatsyayana era una religión fundamentalmente panteísta. Según esta visión, todo lo existente en el universo y la naturaleza y todas las leyes que rigen sus funcionamiento forma parte de un todo de naturaleza divina.
Sin duda, alguien con esa mentalidad no podía tener una visión del sexo y de las relaciones sexuales similares a las que pueden tener los seguidores de una fe monoteísta como pueden ser un judío, un cristiano o un musulmán.
En el caso de estas tres religiones, la sexualidad queda apartada radicalmente del ámbito de la espiritualidad. Para ellas, el sexo existe para cumplir una única finalidad: la de la procreación. De hecho, el practicarlo sin tal fin ha sido considerado históricamente como algo pecaminoso y merecedor de los mayores castigos.
En el pensamiento oriental la visión hacia el sexo y la sexualidad ha sido más condescendiente. Para ese tipo de pensamiento, el sexo sí puede tener una vertiente espiritual. Sin esta forma de pensar no se entendería ni el Tantra ni las diferentes prácticas tántricas de las que venimos hablando en este blog.
Veamos ahora hasta qué punto y de qué tiene cabida la espiritualidad en el Kamasutra.
Kamasutra y espiritualidad: ¿es el sexo algo espiritual?
Aunque el Kamasutra nazca y beba de la tradición hindú y el origen del Tantra haya que buscarlo en el budismo tibetano, lo tántrico y la obra de Vatsyayana comparten una idea principal: sexo y espiritualidad pueden fundirse de un modo fructífero. ¿Cómo? Persiguiendo y estimulando una relación de absoluta confianza y espiritualmente madura entre el hombre y la mujer.
Para alcanzar este tipo de relación resulta imprescindible liberarse de complejos, de prejuicios y también de algo que, aunque pueda parecer revolucionariamente moderno, no lo es tanto si lo que se persigue es dar una dimensión al sexo. Ese algo no es otra cosa que pensar que el sexo es única y exclusivamente un camino hacia el placer.
Cuando pensamos así, lo que buscamos es, fundamentalmente satisfacer “nuestras” necesidades y “nuestros” deseos. ¿En qué lugar queda el deseo de la pareja? ¿En qué lugar quedan sus necesidades? Vatsyayana parece tener eso presente en todos sus consejos pues lo que defiende en más de una ocasión a lo largo de su obra es que el deseo femenino (que es asumido y que es lícito) quede satisfecho.
Aunque hay autores que rechazan la presencia de espiritualidad en el Kamasutra y que éste sirva para aprender dicha espiritualidad (esos autores nos remiten a la lectura de otros textos de características más tántricas), lo cierto es que son mayoría los que sí encuentran esa ligazón entre Kamasutra y espiritualidad.
Estos autores sostienen que las posturas de sexo que Vatsyayana propone en su texto no son meros caminos para satisfacer la simple genitalidad o el simple deseo sexual. Son también, afirman, caminos para que el amante pueda reconocerse en sí mismo y en el otro, así como instrumentos para alcanzar el orgasmo al mismo tiempo.
Los autores que defienden esta visión espiritual del Kamasutra quizás van más allá de lo que el mismo Vatsyayana dice explícitamente en su texto, pero eso no les impide afirmar que, para ellos, las posturas del Kamasutra son una forma ideal para reencontrar al ser humano con su divinidad a través de un orgasmo que es mucho más que una simple eyaculación.
Tantra y sexo espiritual
En Occidente hemos sido expertos en separar sexo y espiritualidad. Hemos escindido vuerpo y alma y, al hacerlo, hemos hecho que, en muchos textos de carácter religioso, uno y otro luchen entre sí como si fuesen antagonistas irreconciliables.
El hinduismo, por el contrario, siempre ha sostenido que cuerpo y espíritu son inseparables. Este modo de concebir la relación entre cuerpo y espíritu permite que el sexo, como expresión corporal que es, sea, al mismo tiempo, una expresión de nuestra naturaleza divina.
El Tantra, sin ir más lejos, favorece, por un lado, la satisfacción plena de nuestros deseos, y por otro cultiva y mima nuestra vida espiritual.
En un mundo cada vez más mecanizado y frío, el sexo se ha convertido en casi el último reducto de placer natural, casi el único modo que tenemos para poder expresar todos los aspectos (animal, emocional y espiritual) de nuestra naturaleza humana.
El Tantra nos ofrece la posibilidad de hacer confluir todos estos aspectos en una misma experiencia. Con su práctica, se puede convertir el orgasmo en una experiencia no sólo de los genitales, sino de todo el cuerpo
Con una combinación de adecuada respiración y meditaciones sencillas puedes conseguir no sólo retrasar ese orgasmo que a veces parece llegar (¿o no eres de esos?) antes de tiempo, sino también conseguir una unión integral de cuerpo, mente y espíritu que acaban revirtiendo en una vida más plena y feliz.