Erotismo y religiosidad
En el estado de Madhya Pradesh, en el centro geográfico de la India, hay una localidad que, con una población de unos 40.000 habitantes, dispone de un aeropuerto internacional. Ese aeropuerto sirve para dar servicio a los turistas de todo el mundo que acuden a este lugar para contemplar una serie de templos hinduistas que están catalogados por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.
Los 22 templos que se conservan en Khajuraho (así se llama la población a la que nos referimos) son sólo una cuarta parte del total de los templos hinduistas y jainistas que se edificaron en tiempos de la dinastía Chandela, allá entre los siglos X y XII de nuestra era, en un terreno que, en total, tenía una extensión de unos 20 kilómetros cuadrados. Al fin de su dinastía, los 85 templos que los Chandela habían mandado construir en esta zona quedaron abandonados a su suerte, a merced de la rapiña de los ladrones, los vaivenes políticos y guerreros derivados de la implantación del Sultanato de Delhi (primero) y de los mogoles (después), y a la voracidad de la selva, que empezó a cubrirlos. Paradójicamente, fue esta selva voraz y ocultadora la que, finalmente, sirvió para salvar muchos de estos templos que han quedado para la posteridad, convertidos en auténticas maravillas para todos los amantes de la arquitectura, la cultura, la historia de las religiones y… el erotismo.
Desde el punto de vista de un católico resulta muy difícil concebir que los muros de un espacio religioso muestren todo tipo de actitudes y posturas eróticas. ¿Quién puede imaginar los muros de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, cuajados de esculturas en las que podamos contemplar felaciones y cunnilingus? ¿Quién puede concebir escenas de sexo anal reproducidas en un retablo de cualquier catedral española? ¿Puede algún católico imaginar representaciones de orgías y sexo en grupo en los baptisterios y en las capillas? Pues ni más ni menos que escenas semejantes son las que, inmortalizadas en grupos escultóricos de piedra, pueden contemplarse en las paredes de los templos de Khajuraho.
Para comprender hasta qué punto esto (la representación de lo sexual) puede ser perfectamente compatible con la expresión de los más hondos sentimientos de religiosidad, hay que tener presente algo de una importancia capital. Al contrario que sucede con el catolicismo, tan platónico, en el hinduismo no existe una escisión entre el cuerpo y el alma. Lo místico no está reñido con lo carnal. Después de todo, el camino propuesto por el Tantra, por ejemplo, no es sino la persecución del Absoluto, la iluminación y el éxtasis, por el camino del gozo corporal.
Algunos de los investigadores que han estudiado las esculturas eróticas de los templos de Khajuraho sostienen en muchos casos que la intencionalidad de estas esculturas es puramente educativa. Quienes las realizaron tenían, según estos estudiosos, un objetivo: el de enseñar sexualidad, el de enseñar el Kama Sutra. Las esculturas eróticas de los templos de Khajuraho serían, así, el Kama Sutra hecho piedra.
Otros estudiosos sostienen otras teorías. Para algunos, los templos de Khajuraho son un homenaje al matrimonio de Shiva y Párvati. Para otros, el hecho de plasmar en piedra las actitudes y los comportamientos de los amantes y sus posturas más íntimas tenía un algo de supersticioso: servían para servir de protección y ahuyentar tanto a los malos espíritus como a los rayos.
Ninfas celestiales, sexo oral, orgías, etc.
Los grupos escultóricos de los templos de Khajuraho no están dedicados en su totalidad a las escenas sexuales. De hecho, sólo alrededor del 10% de los mismos están dedicados a ello. Pero la atracción que estos relieves ejercen sobre el visitante es innegable y por eso estos templos son conocidos por muchos como el “Kama Sutra de piedra”. Desde las figuras de apsaras o ninfas celestiales hasta los números eróticos más imaginativos, los templos del Khajuraho son algo así como una publicación porno en piedra, un canto absoluto al erotismo.
Las apsaras aparecen magníficamente esculpidas. Representadas con unos pechos redondeados y exuberantes y con anchas caderas, estas bellas ninfas celestiales hindús aparecen vestidas con ropajes que realzan su sensualidad y su belleza y realizando tareas cotidianas. Algunas se están lavando el cabello, otras se maquillan, algunas bailan o juegan…
Las escenas eróticas representadas en los templos del Khajuraho recorren toda una amplia gama de prácticas sexuales. En los muros de este Kama Sutra de piedra pueden observarse escenas de sexo oral, orgías, masturbaciones, prácticas zoofílicas (hay escenas de sexo con un caballo) y parejas que hacen el amor en posturas inverosímiles que parecen imposibles de realizar para todas aquellas personas que carezcan de una flexibilidad extraordinaria y casi inhumana. Observando esas posturas uno se pregunta hasta qué punto el Yoga puede ser un camino para conseguir dicha flexibilidad.
En los grupos escultóricos de los templos de Khajuraho pueden encontrarse, también, muchos elementos simbólicos que, de una manera u otra, hacen referencia a temas que tienen que ver con el deseo sexual y con la práctica erótica. Un escorpión ascendiendo por los muslos de una mujer puede tranquilamente simbolizar cómo esta mujer está siendo presa del deseo. La mujer con el escorpión en sus muslos está pidiendo sexo. Los cuerpos de tonalidades rojizas están eyaculando. Una mujer con un loro o un mango es una prostituta. Una mujer con un dragón es una mujer que está deseando conocer varón.
Los habitantes de Khajuraho están acostumbrados a que las parejas de novios realicen viajes de ida y vuelta de los templos a la habitación del hotel y de la habitación del hotel a los templos. Éstos, sin duda, sirven de inspiración a esas parejas que están buscando nuevos estímulos para hacer más rica y satisfactoria su vida sexual. En ese sentido, las paredes de los templos de Khajuraho siempre serán una especie de manual sexual, un Kama Sutra de piedra.