El acto sexual diverso
Hay una idea que debes meterte en la cabeza. No sólo por el hecho de que empieces a mantener una relación sexual debes continuarla sin interrupción hasta el final. No hace falta aferrarse a una postura para realizar todo el acto con ella. En la variedad, como suele decirse, está el gusto, y lo mejor que se puede hacer es variar lo que se realiza durante el acto. Algunas de las posturas mencionadas anteriormente no ofrecen mucha estimulación directa del clítoris de la mujer. ¿No crees que sería interesante, sabiendo eso, interrumpir de tanto en tanto la postura y, antes de buscar otra, practicar un poquito de sexo oral? El cunnilingus puede ser un método fenomenal para estimular ese clítoris y esa vagina que se te están ofreciendo en maravillosas posturas.
Por otro lado, estos cambios de ritmo, estas interrupciones, tienen la virtud de relajar la tensión pre-eyaculatoria, especialmente en el hombre, posponiendo la eyaculación y permitiendo el descubrimiento de nuevos sabores y olores en el cuerpo de la pareja. Esa es también una forma fantástica de rendir culto al cuerpo.
Diferentes “golpes”
Del mismo modo que la variación del ancho y la profundidad de la vagina según la postura elegida pueden dar placer a ambos miembros de la pareja, también el autor del Kama Sutra señala cómo un hombre puede complacer a su pareja según los movimientos y golpes que realice con su pene.
Prueba a realizar esos movimientos y descubre las sensaciones que experimenta tu pareja.
Coge el pene con la mano y hazlo girar alrededor de la vagina de tu pareja. Vatsayana llama a esto “agitación”. Si con él golpeas la parte superior de la vagina, intentando afectar al clítoris, estarás realizando el llamado “piercing”. Si lo introduces en la vagina y, sin realizar ningún otro tipo de movimiento, empujas con una cierta fuerza durante un largo tiempo, estás practicando el “pressing”. También puedes retirar el pene a una cierta distancia de la vagina y, de golpe y con fuerza, introducirlo en él. O puedes frotar una parte y sólo una parte del mismo contra la vagina. Prueba todo ello antes de realizar el movimiento típico de adelante y atrás sin sacarlo y hasta llegar al orgasmo. El sexo, ya lo sabes, no debe ser sólo hacer lo justo y necesario para correrse.
Más posturas
Aferrándonos a esa idea, vamos a proponerte nuevas posturas eróticas que incorporar a tus encuentros sexuales. Ya verás que algunas de ellas requieren un algo de flexibilidad. No hace falta dejarse la espalda ni sufrir ningún tipo de lesión muscular intentando llevarlas a cabo. Basta con que experimentes y disfrutes con tu pareja. El sexo, acostumbramos a decir, debería ser algo lúdico. Plantéate el intento de practicar estas posturas como un juego y no como un reto a superar.
La postura del Vyomapada
Esta postura requiere mayor flexibilidad. La práctica del yoga puede haberla proporcionado. Las piernas de la mujer van, aquí, hasta la cabeza. Con esta postura, la mujer ofrece a su pareja la sola visión de su vagina y su ano. El ofrecimiento es muy tentador para el sexo oral, que puede irse intercalando con la penetración.
Una variación de esta postura es que la mujer lleve sus rodillas junto a los oídos. El hombre se arrodilla o está junto a ella y la penetra conteniendo las nalgas de la mujer, que es el punto, en este momento, más elevado de su cuerpo. Para los dos es una posición muy novedosa. La mujer, mirando directamente entre sus piernas, puede ver cómo el pene penetra en ella de un modo que rara vez puede observarse sin un espejo. Para el hombre, esta postura permite una visión más cercana y detallada de la vagina de la mujer. Esta postura también le permite realizar algún cachete en las nalgas y la parte posterior de los muslos y es ideal para estimular el perineo y el ano. Es muchísimo más complicado, sin embargo, acceder al punto G desde esta postura. También lo es la estimulación del clítoris.
La postura de Uthkanta
Esta postura puede llegar a sentirse como una postura relajada. La mujer coloca los pies sobre los hombros del hombre, junto a su garganta. Ésta, como las anteriores posiciones, son más sencillas de realizar si contamos con la ayuda de un cojín o dos en la parte inferior de la espalda o en las nalgas. Mientras la mujer permanece en esta posición, su pareja puede acariciarle las nalgas, la parte posterior de los muslos, la zona anal y el perineo, así como el abdomen. Esta es una posición muy expuesta y por ese motivo las mujeres pueden disfrutar mucho.
Todas estas últimas posiciones que exigen una flexibilidad especial por parte de la mujer exigen también algo que debéis saber: si tienes problemas en la parte baja de tu espalda o en la cadera, intenta estas posturas con extraordinaria cautela. Un pinzamiento, una luxación o algún otro tipo de problema no es lo que buscamos, ¿verdad?
El golpe del tigre o Varahagata
En esta posición la mujer se recuesta sobre su lado izquierdo con la pierna estirada y con la derecha estirada hacia arriba, apoyada por el tobillo en el hombro del hombre. Éste debe colocarse en la parte inferior de la pierna de la mujer y debe hacer, sujetando la pierna por el tobillo o la rodilla, que ésta se mantenga sujeta contra su pecho. Esta postura permite la estimulación del clítoris y del vello púbico, toda un área extremadamente sensible, llena de terminaciones nerviosas que conectan directamente con el clítoris y el punto G. Los hombres pueden, en esta posición, dar masajes sobre el muslo levantado, sobre la pantorrilla, y besar y lamer el pie de la pareja.
El estuche o Samputa
Los textos medievales hablan de una serie de posturas que, destinadas a hombres y mujeres de diferentes tamaños físicos, permitieran contactos más agradables y mayor placer y éxito en el acto sexual. Esta serie de posturas está caracterizada por el hecho de que las piernas permanecen juntas, acortándose así la vagina y convirtiéndola en un recinto más cerrado (“un estuche”) y que permite un acceso más sencillo desde la parte de atrás. Al practicar estas posturas la mujer debe moverse con cuidado. Si no lo hace, el pene de su compañero puede sufrir algún tipo de molestia.
La postura básica del estuche se produce cuando, partiendo de la postura del misionero, la mujer cierra herméticamente piernas y tobillos mientras el hombre abre sus piernas ampliamente. En esta postura, la vagina está bien cerrada alrededor del pene, lo tiene bien sujeto y encerrado, como si se encontrara en el interior de un cofre o estuche.
Sobre esta postura puede realizarse una variación de la anterior. Aquí, la mujer se encuentra junto a su compañero, con sus piernas herméticamente cerradas, mordiendo con sus muslos el pene del hombre. Con su vello púbico y los músculos del muslo, la mujer puede apretar y masajear el pene del compañero. Con la práctica, la pareja puede alcanzar el orgasmo simplemente con las contracciones musculares del muslo, especialmente si la base del pene presiona firmemente contra el clítoris.