Sensualidad japonesa
Si hay una mujer que representa la sensualidad y el refinamiento en el proceso de la seducción ésa es la geisha. En los gestos y acciones de la geisha no hay apresuramiento alguno. Ni siempre se concluye en la cama (la geisha cumple muchas más funciones que las de la prostituta) ni, en caso de concluir, se llega a ella de manera precipitada. El enfoque sensual y placentero que la geisha aplica al proceso de seducción hace que la excitación sexual sea algo que se va construyendo poco a poco en un in crescendo que convierte el deseo en una llama ardiente que va quemando a los amantes.
Si tienes una cita con tu amante y quieres hacer de esa cita un encuentro lleno de sensualidad, nada mejor que copiar o imitar alguna de las técnicas empleadas por las geishas japonesas. Por ejemplo, ¿qué te parecería iniciar vuestra noche de pasión regalándoos un baño muy especial? Para prepararlo, llena la bañera de agua caliente, vierte en ella dos vasos de sake, sumergíos en ella e inhalad la fragancia que despega del agua con su vapor. El sake, además de induciros a un agradable estado de levísima embriaguez, servirá para suavizar y hacer más hermosa vuestra piel. Acariciaos lenta y suavemente, pero no os dejéis llevar por la casi irresistible atención que seguramente reclamarán vuestros genitales. Dejadlos de lado de momento y centraos en hacer de vuestra velada un canto a la lentitud.
Ritual de seducción
Para continuar con vuestro ritual de seducción y caldeamiento mutuo podéis, ahora, daros un masaje de jabón. Para ello, colocaos de pie en el baño y verted uno en el cuerpo del otro una pequeña lluvia de jabón líquido. Abrazaos así, mientras estáis de pie, y acariciaos el uno al otro mientras vais repartiendo el jabón por el cuerpo. Recordad la proverbial lentitud de la geisha al hacerlo e intentad imitar su sentido del ritual. Acariciad vuestros cuerpos (también y sobre todo vuestras zonas más íntimas) y, si lo deseáis y tenéis unas sábanas plásticas, marchad a la cama a disfrutar de vuestros cuerpos enjabonados y resbaladizos, de su deslizarse uno por encima del otro, de la sinuosidad de ambos al entrar en contacto el uno con el otro.
Si, por el contrario, habéis decidido enjuagaros y secaros, haz que tu pareja entre en la habitación y te espere allí, en la cama. Será este el momento en que tú, mujer, te vistas con tu impresionante kimono comprado para el caso y pintes tus labios de un excitante color rojo. No es necesario que lleves nada más. Nada de ropa interior. Que el kimono sea la única prenda que cubra tu bella y seductora desnudez.
Vestida así, entra en la habitación llevando un plato repleto de pequeños bocados de sabrosos alimentos. Pueden ser cerezas, o uva, o pequeños trozos de chocolate, o sushi.
Arrodíllate junto a tu amante con tu kimono estratégicamente colocado para mostrar un muslo, el hombro, un pecho… Coge pequeños bocados y llévalos a la boca de tu amante mientras le miras fijamente a los ojos. Cuando hayáis saboreado algunos de esos ricos manjares, tumbaos en la cama, juntos, e id acariciándoos, lentamente, el uno al otro. Que las caricias sean lentas y que, de manera progresiva, se vayan acercando a los genitales. Antes de acariciar el pene de tu pareja, intenta mojar tus dedos con algún lubricante. Cuando los hayas mojado, utiliza tus dedos como si fueran un pincel que, con suavidad, pintaran la longitud del pene. Cada uno de esos trazos de pincel hará sentir a tu pareja una oleada de placer.
Masturbación con los pies
Otro de los trucos que, como si fueras una geisha, puedes emplear con tu pareja es una técnica clásica utilizada por las cortesanas japonesas durante el período Edo. Para realizar correctamente esta técnica es necesario tener cierta experiencia, pero, una vez adquirida dicha práctica, esta experiencia puede resultar terriblemente sensual.
Antes de llevarla a cabo, asegúrate de que tus pies presentan un aspecto magnífico. Una buena pedicura y unas uñas pintadas con un esmalte de uñas carmesí le vienen muy bien a esta práctica sexual. Cuando te hayas cerciorado de que tus pies presentan un aspecto inmejorable, siéntate entre las piernas de tu pareja y, con las plantas de tus pies, sujeta su pene erecto.
Una vez que hayas agarrado su pene con tus pies, vierte sobre su glande una generosa cantidad de aceite de masaje. Cuando todo su pene esté embadurnado con este aceite, mueve tus pies hacia arriba y hacia abajo a lo largo del tronco. De vez en cuando, usa el dedo gordo del pie para dibujar unos trazos de caricias sobre la punta del pene de tu pareja, deslízalo sobre su frenillo y vuelve a repetir el movimiento anterior. Mientras realizas este movimiento, mira a tu pareja fijamente a los ojos. Eso servirá para incrementar la intensidad del encuentro.