Masaje vaginal
Después de pasar, al menos, cinco minutos estimulando el clítoris (siempre con una buena lubricación) ha llegado el momento de preguntar a tu pareja: ¿puedo tocar dentro de tu vagina?, ¿puedo visitar tu jardín secreto?, ¿puedo traspasar las puertas del templo? Mírala a los ojos para pedírselo y hazlo con fervor. Si dice que no, no te preocupes. Otro día ese no puede convertirse en sí. Además, también hay placeres escondidos en los alrededores del canal vaginal. No es imprescindible entrar en él.
Si, por el contrario, dice que sí, no te dejes llevar por la emoción ni te apresures. Todo tiene su tempo. Amaga con entrar. Bromea y flirtea sobre una posible entrada. Lubrica bien tus dedos. Acompasad vuestra respiración. Cuando la encuentres completamente predispuesta y deseosa, penetra lentamente en ella. Coloca una mano en su abdomen y, lentamente, introduce uno o dos dedos en su vagina.
Concentra tu atención en sus sensaciones. Nota el calor y la humedad de esa cueva de las maravillas. Desliza tus dedos dentro y fuera, lentamente. Haz que tu mano vibre ligeramente. Pulsa hacia las cuatro direcciones, hacia arriba, hacia afuera, hacia cada una de las piernas, hacia el centro… Y realiza una pausa de unos segundos entre cada pulsación.
Masaje del punto G
Ahora que tienes los dedos dentro de ella, sácalos hasta la segunda articulación. Cúrvalos hacia el hueso púbico y acaricia suavemente la parte superior de la pared vaginal. Notarás que hay una parte más blanda y arrugada que el suave tejido circundante. Esta zona tan sensible está directamente conectada al clítoris. Si esta zona es tocada antes de haber estimulado el clítoris, puede ser que la mujer sienta molestia o, incluso, dolor. Al principio puede sentir ganas de orinar, pero esas ganas desaparecen con un par de respiraciones lentas.
Una vez, hayas encontrado ese lugar sagrado, haz pequeños círculos alrededor de él. Haz una pausa y cambia la dirección de giro. Vuelve a hacer una pausa. Presiona ahora firmemente hacia la parte superior del hueso púbico durante cinco segundos. Cuando esos cinco segundos hayan pasado, deja que pasen otros cinco sin ejercer presión alguna. Pregunta a tu pareja sobre la presión realizada. Repite varias veces. Realiza después con tus dedos un movimiento de limpiaparabrisas. Alterna esos masajes.
Alternancia de masaje clitoriano y de punto G
Con la palma de la mano anclada en el hueso púbico, utilizad los dedos para manipular el clítoris. Con los dedos o el pulgar de la otra mano, al mismo tiempo, masajea el punto G. Durante un margen de cinco a quince segundos estimula uno de los puntos. Después, estimula el otro dejando que, entre una y otra estimulación, transcurra el tiempo necesario para hacer dos inspiraciones profundas. El descanso de tu mano sobre el hueso púbico te ayudará a sentirte seguro. Alienta a tu pareja a respirar profundamente y a concentrarse en sus sensaciones. Gracias a su respiración se harán más intensas.
Cierre ritual del masaje
Un par de minutos antes del final del masaje, avisa a tu pareja de que estás saliendo de la parte más profunda de ella. Realiza una pausa antes de retirar tu mano, lentamente. Apoya la otra en la parte inferior de su abdomen. Mantén tu mano caliente y húmeda (estará mojada por sus flujos) sobre sus genitales mientras con la otra mano acaricias sus pechos, sus hombros, la espalda, los muslos. Haciéndolo así, conectarás sus genitales con el resto de su cuerpo. Podéis terminar realizando un saludo ceremonial de corazón o, mucho mejor, intercambiando vuestros papeles. Que el masajeador sea ahora el masajeado y al revés. También podéis tumbaros el uno junto al otro, pegados, y disfrutar de unos minutos de relajación. Las opciones están ahí. Decidid vosotros lo que deseáis.
El tiempo de duración de todo el masaje erótico es algo que debéis decidir vosotros. Nosotros os proponemos sólo una pauta. Si queréis seguirla, no dudéis en echar mano del cronómetro. Ponedlo a vuestro lado. A la persona que realiza el masaje le servirá para ser en todo momento consciente del tiempo transcurrido y para, así, orquestar una progresión perfecta del masaje ritual desde su apertura hasta su cierre. Estaría bien que la apertura del ritual durara unos cinco minutos. Ese mismo tiempo habría que dedicar a la estimulación del clítoris. Unos ocho a la estimulación vaginal y otros cinco a la combinación de clítoris y punto G. El cierre ritual debería durar unos dos minutos. Siguiendo estas pautas y recordando siempre que la premura es contraproducente conseguirás realizar un buen masaje vaginal a tu pareja.
Hablar con ella
En más de una ocasión hemos recalcado la importancia de la comunicación. Tú intenta ser verbal con tu pareja. Eso que tendrás ganado con ella. ¿No crees que a la mujer puede gustarle que alabes sus genitales? Dile que te gusta la humedad que observas en su vagina cuando paseas por ella tu dedo o tu lengua. Dile cómo te gusta sentir su clítoris en la punta de la lengua. Dile cómo te gusta verlo inflamado. Seguramente esas palabras no sólo la halagarán, sino que ayudarán a inflamarla. Díselas con sinceridad y ya verás cómo se humedecen sus labios vaginales o cómo se inflama, reclamando su caricia, su clítoris.
También puedes decirle que te gustan sus gemidos y su forma de respirar cuando tu polla entra y sale de su coño o cuando tu lengua acaricia sus genitales o cuando su dedo se introduce lentamente en su culo. Dile todo eso. Esas palabras, seguramente, la harán sentirse no sólo dichosa. También la harán anhelar un próximo encuentro contigo. Y eso, ¿no crees que es una esperanza de felicidad? Invierte dedicación, cariño y sinceridad para que esa esperanza se robustezca y convierta en realidad. Si lo haces, volverá a desplegarse ante ti ese maravilloso espectáculo en el que se entremezclan el brillo de su coño humedecido, la inflamación de su clítoris y el gemido cachondo y excitante de su garganta.