Pregúntate quién fue tu primer amante. Si eres absolutamente sincero, lo más normal es que contestes que tú mismo fuiste tu primer amante. Tú mismo descubriste tus genitales. De hecho, el acto sexual más prevalente es la masturbación. Que la masturbación puede ser entendida como algo tabú tiene más que ver con la vergüenza y la culpa heredadas de la cultura y la educación recibida que de su normalidad en sí.
No se nos ha educado mayoritariamente para que creamos que el tocarse es una expresión natural y saludable. Hemos crecido escondiendo nuestra sexualidad. Por eso se ha impuesto una forma de masturbarse silenciosa y rápida que evite toda posibilidad de ser sorprendido o sorprendida algo que se nos ha enseñado que puede resultar humillante. Hoy en día, a pesar de toda la nueva información recibida y de los cambios experimentados cultural y socialmente en la percepción de todo lo que tenga que ver con lo sexual, nuestros ejercicios de auto-placer siguen siendo afectados por determinados frenos que hacen que se inhiba nuestra creatividad.
Si cambias el modo de tocarte a ti mismo, cambiarás el modo de tocar a tu pareja. Si quieres ir más allá de la masturbación como método anti-estrés o como placentero sucedáneo de pastilla para dormir, explórate de una manera libre, con tiempo, creativamente. Los ejercicios de los que vamos a hablarte sentarán las bases para que puedas realizar un mejor masaje genital y para ampliar tu capacidad de amar.
Preparación para el auto-placer de las mujeres
Antes de brindarte tu ratito de auto-placer tienes que preparar tu espacio sagrado. Que ese rincón elegido se convierta en un lugar sugerente. Para conseguirlo, la combinación de velas, aromas y música es fundamental. También lo son las ropas que se lleven puestas, los aceites y lociones de que se disponga, los juguetes sexuales que escondas en tu baúl secreto. Prepárate un delicioso baño con sales perfumadas. Lo del jacuzzi, ¿para qué decirlo?, sería la culminación perfecta a estos instantes preparatorios y preliminares.
Cuelga un cartel de “no molestar” en la puerta y dedícate a ti y a tu placer. Un ritual preparatorio puede ser el llamar a tu amante para decirle lo que vas a hacer. Eso puede ponerte en tesitura. Puede calentarte. Apaga el móvil. Que nada ni nadie te interrumpa. Tu placer deber de ser, a partir de este momento, tu único interlocutor.
Suele suceder que las personas hacemos a los demás responsables de que, practicado el sexo, no nos hayamos sentido bien. Culpar al otro de no alcanzar nuestros sueños sexuales es lo más sencillo. Mucho más que preguntarnos sinceramente a nosotros mismos sobre qué es lo que esperamos y deseamos de ese sexo que vamos a practicar con esa persona. La mejor manera de descubrir qué es lo que verdaderamente deseamos es experimentar con nosotros mismos. Haz contigo primeramente lo que luego podrás pedir a tu pareja. Sabiendo con exactamente qué es lo que verdaderamente te excita y te pone a mil podrás comunicar y enseñar a tu pareja cómo llegar a ese punto que te vuelve loca y que hace que te corras irremediablemente.
Auto-técnicas táctiles para las mujeres
Antes de comenzar tu ritual de auto-placer siéntate delante de un espejo, hazte un saludo de corazón y mírate fijamente a los ojos. Concéntrate en tu respiración. Cada uno de tus suspiros debe de ser cuidadosamente atendido por ti. Expresa en voz alta lo que vas a realizar. Di, por ejemplo, que vas a iniciar un tiempo de auto-satisfacción sexual. Si te excitan las palabras fuertes, di que vas a pajearte hasta extraer de ti el último jugo. Lo importante es dejar claro la misión que vas a emprender a partir de este momento.
Desnúdate poco a poco y obsérvate mientras lo haces. No te despistes con pensamientos que nada tengan que ver con lo que estás haciendo. Si ves que tu mente divaga, céntrate en tu respiración. Todos tus movimientos deben ser pausados, lentos, carentes de cualquier señal de precipitación. Un ritual no tiene nada que ver con la prisa. Lo que estás haciendo es una ceremonia sagrada. Estás ofreciendo una ofrenda de placer a tu cuerpo. Piensa que cada uno de tus poros, cada uno de tus pelos, cada parte de tu cuerpo, es una parte de la divinidad.
Estás ahí, en la bañera, inmersa en un agua a la temperatura justa, bañada con sales de agradabilísimo olor. Desliza el jabón sobre tu piel suave. Descansa tu espalda sobre alguna especie de almohada mojada. Siente cómo el agua y el jabón actúa sobre tu cuerpo. Siente su caricia. En ocasiones hasta puede parecerte una especie de lamido. Pero no te dejes estar. Sal del agua y mírate en el espejo. Observa tus curvas, tu voluptuosidad. Toca tus senos. Acarícialos. Juega con tus pezones con los dedos aceitados. Lubrica tu vulva y acaricia tu clítoris mientras te miras en el espejo. Observa cómo el erotismo y la excitación ablanda la expresión de tu cara. Mira tu mirada cachonda mientras masajeas los labios de tu vulva, los interiores y los exteriores. Introduce un dedo en tu vagina. Mueve ese dedo dentro de tu coño. Busca tu punto G. Presiona haciendo circulitos sobre ese punto. Déjate llevar. ¿Aún no te has corrido? No te preocupes. No tardarás demasiado en hacerlo.