Los orígenes de Modigliani
Cualquier excusa es buena para visitar Londres. Con Brexit y sin Brexit. Ahora, además, se puede esgrimir una más: la exposición que sobre el pintor italiano Amedeo Modigliani va a poder contemplarse en el espacio de la Tate Modern (el Museo Nacional Británico de Arte Moderno que, a orillas del Támesis, es uno de los motivos de orgullo de la capital británica) hasta el próximo 2 de abril.
Es imposible hablar de la historia de la pintura erótica y del desnudo pictórico sin citar el nombre de Amedeo Modigliani, uno de los grandes nombres de la bohemia artística parisina del primer tercio del siglo XX.
Modigliani, como tantos artistas de la época, era un parisino de adopción, alguien que había acudido al que, entonces, era el centro artístico mundial: París. Fue en la capital francesa donde Modigliani elaboró su obra, fue allí donde se hizo famoso, fue allí donde ganó su más que merecida fama de mujeriego y juerguista.
Modigliani nació en Livorno, una ciudad marítima de la Toscana, el 12 de julio de 1884. Su madre, Eugenia Garsin, marsellesa de nacimiento, descendía de una familia intelectual sefardita. Su padre, Flaminio, dirigía una agencia de crédito con sucursales en la propia Marsella y también en Túnez o Londres. Modigliani, pues, nació en una familia que en principio había que considerar como relativamente bien acomodada. En realidad, sin embargo, las cosas en la familia Modigliani no marchaban tan rodadas como en principio, y debido a la ocupación paterna, podría imaginarse. Y es que Flaminio, el padre del pintor, era un sentimental. Y eso, en los negocios, tiene un precio.
Se cuenta que Flaminio era demasiado flexible con sus clientes. Prestaba y se mostraba comprensivo con los problemas de los deudores. Incapaz de cobrar los importes que se le adeudaban, Flaminio Modigliani recurrió a prestamistas que, más profesionales que él, se mostraron inflexibles cuando él se convirtió, a su vez, en deudor.
La familia rozó la quiebra. Marcharon de Livorno. Se instalaron en una vivienda más humilde. La madre se dedicó a la enseñanza y a publicar cuentos y artículos en algunas publicaciones. Es ese dinero, en gran parte, el que financia la entrada de Amedeo Modigliani, a los 14 años, en una escuela de pintura que destacaba por seguir los principios estéticos de los macchiaoli. Los italianos llaman “macchie” a las manchas y es por eso por lo que los críticos dieron ese nombre a los seguidores de ese estilo pictórico eminentemente florentino. Porque, decían, pintaban con manchas.
En 1902, Amedeo se inscribió en la Scuola libera di Nudo (Escuela libre del Desnudo), de Florencia y, después, en el instituto de Artes de Venecia. Se dice que fue en la capital de la región del Véneto donde Modigliani empezó a tomarle el gusto a los bajos fondos.
Modigliani en París
Siete años después de iniciar sus estudios como pintor (es decir, en 1909, cuando contaba con 21 años), Modigliani llegó a París y, más concretamente, al barrio de Montmarte, verdadero epicentro del arte mundial y donde Amedeo conoció a artistas de la talla de Max Jacob, Picasso, Apollinaire, Diego Rivera, etc. Pero, aunque Modigliani tuvo contactos con todos estos autores (hay fotografías, incluso, que lo atestiguan), fue la obra de dos autores en particular la que determinaría, en gran medida, su estilo. El primero de ellos fue Toulousse-Lautrec. El segundo, mucho más importante y más decisivo en la formación de su estilo, Cezánne. Los estudiosos de la pintura dicen que en el estilo pictórico de Amedeo Modigliani puede percibirse también influencias de la época azul de Picasso, de Gustav Klimt y de las estampas del artista japonés Utamaro, que destacó por sus magistrales composiciones de mujeres y que tuvo una notable influencia no sólo en la obra de Modigliani sino también en la de una buena parte de los pintores impresionistas.
La mujer es, sin duda, protagonista especial en la obra pictórica y escultórica (Modigliani quiso ser escultor antes que pintor) del artista livornés. Se sabe que Modigliani contrataba a modelos por unos cinco francos para que posaran desnudas para él. En otras ocasiones, Modigliani se servía de sus amantes para encontrar modelo para sus desnudos. La poetisa Anna Akmatova o la británica Beatrice Hastings serían algunas de ellas. Jeanne Hébuterne, una joven catorce años menor que Modigliani, fue su última musa y pareja y también la madre de Jeanne, la única hija dela pintor. Hébuterne protagonizó algunso de los últimos y siempre provocativos desnudos del famoso pintor.
Los desnudos de Modigliani
Y eso que Amedeo Modigliani no introduciría el desnudo en su obra hasta bien avanzada la misma. Fue su marchante quien le convenció para que se iniciara en la pintura de desnudos. “El sexo vende”. Este argumento convenció a un artista que, sin duda, necesitaba de ingresos constantes para financiar un estilo de vida en el que el consumo exacerbado de opiáceos y alcohol lo contaminaba todo. A cambio de esos desnudos, Modigliani cobraría 15 euros diarios.
Los desnudos de Modigliani forman parte de la historia del arte. Aún se recuerda el escándalo que provocó el primero de aquellos desnudos que se hizo público. Fue en la galería Berthe Weill. Ese polémico desnudo formaba parte de la primera exposición en solitario de Modigliani. ¿El título del polémico desnudo? Desnudo reclinado.
Modigliani, que ya vivía por aquel entonces en el estudio que alquiló a su agente Léopold Zborowski en Montparnasse, se vio protagonizando, a sus 33 años, una encendida polémica al exhibir dicho cuadro. El espectador más pacato (y habían muchos) no estaba acostumbrado a contemplar lo que se dio en llamar un “desnudo moderno”, es decir, un desnudo en el que el vello púbico se mostraba con absoluta impudicia. La pintura del desnudo siempre había sido de un desnudo en el que imperaba la “depilación” o, dicho de otro modo, la falta de vello. En el caso del Desnudo reclinado de Modigliani, además, la modelo, de espectaculares ojos almendrados, labios reventones y alargada nariz, no sólo mostraba el vello púbico; exhibía también, sin pudor, parte de su vello axilar. En definitiva: un escándalo. El cuadro tuvo que ser retirado por “indecencia”.
El desnudo de Modigliani es un desnudo que retrata perfectamente el nacimiento de un nuevo estereotipo de mujer. La mujer que Modigliani retrata en sus cuadros y también en sus desnudos es una mujer independiente, moderna, liberada, que elige formas de maquillaje y de peluquería que, muy probablemente, están ya inspirados en el cine incipiente o que, imperantes en la sociedad, acaban reflejadas en él.
En la retrospectiva recogida en la Tate Modern pueden contemplarse doce desnudos pintados por Modigliani y procedentes tanto de colecciones privadas como de museos de diversas partes del mundo. La mayor parte de dichos desnudos fueron pintados por el pintor livornés entre 1916 y 1919.
Junto a los mencionados desnudos de Modigliani, la Tate Modern expone también otras obras del autor (hasta completar un total de más de cien). Once salas del célebre museo londinense sirven para acoger esta fantástica retrospectiva en la que no falta, también, un guiño a lo virtual. El visitante de la retrospectiva, sentado en una silla y dotado con unas gafas especiales para ver en tres dimensiones, podrá experimentar lo que debía ser trabajar en el último estudio parisino de Modigliani. Ese estudio, pequeño, incómodo, con goteras pero con una clara luminosidad natural, sirvió a Modigliani para crear gran parte de su maravillosa y sugerente obra.
Amedeo Modigliani murió joven, a los 35 años de edad. De salud quebradiza desde que le fuera diagnosticada la tuberculosis cuando apenas contaba con 16 años de edad, su estilo de vida no hizo sino acabar de minar lo que, por razones obvias, debería haber sido especialmente cuidado. Finalmente, una meningitis derivada de la tuberculosis acabó con su vida el 24 de enero de 1920. Modigliani fue enterrado en el célebre cementerio de Père-Lachaise, el mismo que en la actualidad recorren miles de turistas buscando las tumbas de celebridades de la talla de Honoré de Balzac, de Sarah Bernhardt, de Frederich Chopin, de Molière, de Edith Piaf, de Marcel Proust o del propio Amedeo Modigliani, por citar sólo unos cuantos de la apabullante lista de los “moradores” del Père-Lachaise. Horas antes de su entierro, la que había sido su última pareja, y también su última musa, la ya citada Jeanne Hébuterne, que estaba embarazada casi de nueve meses (y por segunda vez) del pintor, se suicidó arrojándose desde la ventana de un quinto piso. Sus restos descansan hoy juntos tras haber estado durante diez años enterrados por separado.