Costumbres sexuales de otros lugares
Uno de los mayores errores que suele cometer el hombre es el de emplazar su sistema de valores, sus gustos y sus rutinas en el casillero de una pretendida normalidad para, a partir de ahí, ubicar en los estantes de lo raro, lo extraño o, directamente, lo anormal, todo aquello que no forma parte de ese particular y a menudo intransferible universo de gustos y costumbres.
Esto, que pasa en muchas facetas de la vida humana (sucede por ejemplo, con la gastronomía, y también con las formas de vestir), se cumple también en todo lo que tenga que ver con la sexualidad y con las diferentes maneras de vivirla. Creemos que todo el mundo vive su sexualidad como nosotros vivimos la nuestra y eso nos hace llevarnos las manos a la cabeza cuando descubrimos que hay gentes y culturas que tienen una concepción muy diferente a la que tenemos nosotros de determinadas prácticas eróticas. Un ejemplo: el que un hombre practique sexo oral activo a un anciano es percibido en nuestra cultura como algo muy diferente a como es percibido en Papúa Nueva Guinea y en algunas regiones del centro de África. Allí, dicha práctica sexual no tiene connotaciones homosexuales; es, simplemente, un rito iniciático. Los jóvenes que quieren pasar a la edad adulta y gozar de la posibilidad de mantener relaciones con mujeres no sólo tienen practicar sexo oral a los ancianos de la tribu; también deben ingerir el semen de sus abuelos. En nuestra cultura, dicha práctica sexual es inconcebible.
Veamos a continuación una selección de algunas de las costumbres sexuales más curiosas del mundo aceptando de antemano que el calificativo de “curioso” es un concepto que está mediatizado por nuestra propia concepción del mundo.
Préstamo de pareja
No entra dentro de nuestros esquemas mentales el “prestar” a nuestra pareja a quien viene a visitarnos. Nuestra amabilidad como anfitriones no llega a tanto. Con un café y unas pastas o un refresco y un picapica basta para mostrarnos amables y acogedores. Podemos invitar a comer a quien ha llegado a nuestra casa, podemos escanciar para él o ella una copa del mejor vino que guardemos en nuestra bodega o mueble-bar y podemos preparar una cena fría o encargar unas pizzas… pero no vamos a dejar a nuestra pareja para que nuestras visitas o los recién llegados disfruten de sus servicios sexuales. No somos esquimales. Y es que eso es precisamente lo que hacen algunas tribus inuits de Groenlandia o del Ártico: ofrecer a su esposa para que quien los visita pase una noche con ella.
Sin duda, ésta de prestar a la mujer es una de las costumbres sexuales más curiosas del mundo. Tan curiosa que el ofrecimiento de la propia mujer no obedece a un simple postureo. El esquimal que ofrece a su mujer al visitante no quiere dárselas de moderno ni lo hace con la boca pequeña. La sinceridad está en todo momento detrás de su ofrecimiento. Es más: si el visitante rechaza la oferta, el esquimal que ha ofrecido a su esposa puede sentirse muy ofendido. Tanto, que hasta puede sentirse asistido por el derecho a matarnos. Tal cual. En cierto modo, ellos conciben que nuestro rechazo es una especie de insulto. En cierto modo, al rechazar a su mujer estaríamos diciendo que no nos gusta. O, lo que vendría a ser aproximadamente lo mismo, la estaríamos llamando fea.
Intercambios de pareja
El concepto de fidelidad conyugal es un concepto muy arraigado en muchas culturas. Pero no en todas. De hecho, en nuestra propia cultura se está extendiendo (con limitaciones, claro) la cultura swinger. Cada vez son más las parejas que deciden practicar lo que tradicionalmente hemos conocido como “intercambio de pareja”. Al hacerlo, no hacen nada que no haya formado parte de las costumbres sexuales de ciertas culturas. Sin ir más lejos, en Mozambique es habitual que los amigos se presten a sus parejas cuando existen dificultades de reproducción. También en África podemos encontrar algunas tribus que mantienen una costumbre sexual curiosa: la de aceptar que, durante la festividad anual, los hombres (casados) se roben entre sí a las mujeres.
Sexo en familia
El sentimiento de lo familiar es uno de los sentimientos más extendidos entre las diversas culturas. Algunas de ellas (la mayoría) alzan la barrera del incesto para impedir/castigar las relaciones eróticas entre miembros de la misma familia. En otras, ese sentimiento de lo familiar es tan estrecho que, sin tolerar el incesto directamente, sí consideran positivo que tanto hombres como mujeres se casen con cuñados, suegros, nueras y yernos en caso de que alguna de esas figuras familiares quede viudo o viuda. Esta curiosa costumbre sexual parece orientada a fomentar y estrechar los lazos de solidaridad en el seno de la familia.
El estrechamiento de lazos entre los miembros de la familia va un paso más allá en el caso de la tribu australiana “aranda” (llamada también arrente). Los aranda tienen la extraña costumbre sexual de compartir a la novia entre todos los familiares antes de que se produzca la boda.
Lesbianismo consentido
Hay culturas que, tradicionalmente, han fomentado el lesbianismo o, mejor dicho, han incluido a lo largo de los años y entre sus costumbres prácticas de carácter lésbico. Antes de casarse, por ejemplo, es normal que mujeres pertenecientes a tribus de Botsuana, Namibia o Sudán mantengan relaciones entre sí antes de “estrenarse” con hombres. Lo mismo hacen las mujeres de la tribu kung del desierto del Kalahari. Éstas, además, gozan de un privilegio que, mirado desde Occidente, nos puede parecer extraño: el de poder gozar, una vez casadas, de la compañía de amantes varones con los que seguir acumulando experiencia sexual. En otro desierto, esta vez el de Sudán, las mujeres de las comunidades nuers y dinkas pueden casarse entre sí, algo que también pueden hacer las mujeres de Benín.