Caricias para el cuerpo
Nunca deberíamos olvidar que la piel es el órgano más grande de nuestro cuerpo y que, cuanto más madura es, más sensible se vuelve al tacto. En ese aumento de la sensibilidad de la piel también tiene que ver, y mucho, nuestra disponibilidad a ir más despacio y a apreciar mejor los matices de su sensibilidad. Tomar conciencia profunda del erotismo de la caricia ayuda a disfrutar de ella. Y esas caricias no tienen necesariamente que ir dirigidas a nuestros órganos sexuales. Las caricias en manos y pies, por ejemplo, envían directamente estímulos a nuestros órganos sexuales. Acariciar esas zonas produce una sutil acumulación de energía erótica.
Hay que distinguir entre dos tipos de caricias, la sensual y la sexual. Mientras la segunda está orientada hacia el logro de un objetivo fundamentalmente sexual, la primera persigue el disfrute de las sensaciones que esa caricia pueda originar en ese preciso instante. Esto, claro, no quiere decir que el toque sensual no derive finalmente hacia un toque de orientación más sexual, pero nuestra idea aquí es proporcionar ideas y mecanismos para centrarnos en la práctica y disfrute de la caricia sensual. Como solemos decir, no importa tanto la meta como el camino. Embelesarse en ese viaje hacia el placer final no hace sino aumentar cuantitativa y cualitativamente nuestro goce.
Organizando turnos
Para realizar todos los ejercicios que te sugerimos aquí deberás organizarte con tu pareja y decidir quién empieza como activo y quién como pasivo asociado, quién acaricia y quién es acariciado, siempre teniendo presente que después realizaréis un cambio de papeles. Cuando seas el socio activo, el acariciador, céntrate plenamente en las yemas de tus dedos o en tus manos para, así, dejar las mejores sensaciones en la piel de tu pareja. Cuando seas el socio pasivo, el acariciado, toma nota de todas las sensaciones que dejan en ti las caricias de tu pareja. Eso te servirá para aprender al mismo tiempo que disfrutas. Alternar sin prisas ambos roles es lo ideal. Dar y recibir: esa es la clave.
Caricias para su propio placer
En las relaciones, estamos programados para tener cuidado de la otra persona. Cuando estás tratando de complacer a tu pareja, cuando la estás tocando con mimo y te estás preocupando de hacerlo bien, no estás en el momento presente. Casi podría decirse que estás fuera del tiempo. Cuando le toque a tu pareja hacer lo mismo, relájate y disfruta.
Aceptar el placer
A menudo nos dejamos llevar por la situación, en el fondo un tanto egoísta, de pensar que, si hemos acariciado, si hemos dado nuestro regalo de placer a la otra persona, es justo y necesario que ella nos devuelva ese placer. No decimos que no deba ser así. Pensamos que todos merecemos nuestro momento de goce y la exclusiva atención de la pareja, pero es importante también que cambiemos nuestro chip mental y empecemos a entender el acto de acariciar como un goce también para el que lo ejecuta. ¿No es un regalo maravilloso observar cómo nuestra pareja disfruta de nuestras caricias?
Para hacernos cabalmente idea de este concepto que apuntamos debemos pensar, por ejemplo, en el trato que damos a nuestra mascota. ¿No acariciamos y mimamos a nuestro perro o a nuestro gato? ¿No nos divierte eso? ¿No gozamos con ello? ¿Esperamos en algún momento que nuestra mascota nos devuelva esos mimos y caricias? Ésa es la actitud que debemos tomar con nuestro socio. Debemos dar sin fijarnos mentalmente puntos a partir de los cuales llegue, según nuestro pensamiento, el momento de recibir. Si ambas partes aceptan ese principio, el goce mutuo será mayor.